martes, 3 de junio de 2014

El baño de Frida





Voy a dar por supuesta la vida y arte de Frida Kahlo, aunque sea a nivel superficial, y voy a adentrarme en uno de los miles de proyectos artísticos realizados alrededor de vida como artista y como figura de inspiración para muchos. Este proyecto en concreto es muy peculiar y se trata de una instalación sonora, una pieza considerada dentro del llamado arte radiofónico. Antes de nada por tanto, vamos a definir en líneas generales de qué se trata esta modalidad que poco a poco va ganando terreno en el mundo artístico y cultural.

Una de las principales dificultades con las que se encuentra el oyente a la hora de enfrentarse a una pieza de arte sonoro, es el gran muro edificado por los convencionalismos, que se han centrado durante los años de la existencia del medio radiofónico en “acostumbrar” el oído del oyente a una reproducción del mundo donde la mímesis de éste basada en el logos, prima sobre cualquier otro modo de representación, nos encontramos con una irrefrenable nostalgia por un modelo literario.
José Iges propone que este “nuevo” arte es algo así como una interferencia, en el sentido de que fuerza al oyente a poner en cuestión su convencional manera de descodificar los mensajes que le proporciona el medio, lo cual le pone en disposición de crear dentro de sí “nuevos pensamientos” para los mismos. De lo que se trata en cierto modo, es de recoger todos esos recursos y herramientas que la radio proporciona y trasladarlos a un nuevo contexto donde la lógica, la coherencia y las sensaciones cambian de color para adaptarse a un nuevo objetivo. Se trata de dejar a un lado los prejuicios adquiridos tras años de discursos narrativos lineales, repetitivos y miméticos para dar paso a una nueva mentalidad que, si no permite entender en un mayor grado estas piezas sonoras, abre al menos las puertas para la entrada de nuevas sensaciones.


Lo que el agua me dio - Frida Khalo
Frida’s bath, es una instalación sonora que formó parte de la exposición homónima alrededor de la artista Frida Kahlo, constituida también por las fotografías de Graciela Iturbide. En estas imágenes, se retrataban los objetos que el marido de Frida, Diego Rivera, había reunido en el baño de ésta una vez hubo fallecido. Estos objetos dan cuenta de sus numerosas discapacidades como resultado de una vida repleta de operaciones y sufrimiento, pero también parte de su carácter. Esta pieza de arte sonoro de Manuel Rocha, muestra de algún modo una representación de esas fotografías a través de diferentes recursos sonoros, muestra las sensaciones que produce este baño y las que tenía Frida cuando se encontraba en él. Hay además un cuadro en el que Manuel Rocha se inspiró profundamente para la producción de esta instalación sonora creado por la propia Frida “Lo que el agua me dio”


La obra comienza haciendo uso de una música perturbadora que se desarrolla en un intenso crescendo para acabar de manera abrupta. Esta secuencia se prolongará a lo largo de toda la pieza creando una sensación de unidad pero también de angustia, trastorno y confusión, sentimientos similares a los que Frida Kahlo padeció a lo largo de las diversas etapas de su vida. Mientras esta característica música suena de fondo, se percibe lo que parece ser la puerta de un baño abriéndose y algún que otro golpe que parece atender a algo que trata de acomodarse. Cuando estos golpes cesan, el sonido del agua cobra gran importancia. No es un goteo sino un chapoteo, lo que oímos es algo parecido al jugueteo de unas manos con el agua como cuando la bañera está a rebosar y nuestras manos viajan de un extremo de la bañera a otro, mientras pensamos en una infinidad de cosas.

En uno de sus escritos sobre el arte radiofónico, José Iges hace referencia a un oído viajero y a un viaje inmóvil, donde los micrófonos de los presentadores del medio radio son una especie de prótesis viajeras. En la pieza de Manuel Rocha, a falta de micrófonos que recojan palabras, hay sonidos que nos sitúan en un espacio y nos guían a través del tiempo. Esto es además una muestra de que la expresividad radiofónica tiene una estrecha dependencia de la tecnología, pues muchas de las obras pertenecientes a este arte son creadas a través de diversas herramientas entre las que predomina el ordenador y los diversos procesos digitales. Tanto los sonidos de las puertas como los del agua, permiten la creación de la imagen mental de un baño que, ayudado por la música perturbadora y el resto de sonidos, adquiere el carácter de un baño frío, oscuro, repleto de pensamientos y secretos.

Como afirmábamos antes, la dificultad de apreciación de estas obras reside entre otras cosas, en la fijación del oyente en encontrarles un sentido total dentro de las fronteras de la lógica narrativa (cuando se trata de historias). Sin embargo, en el arte radiofónico no se configuran historias en su sentido narrativo. No narra algo mediante imágenes sonoras que se refieren a un mundo real o ficticio. Los objetos sonoros empleados aquí nos cuentan cosas con respecto de si mismos. 
Lo que proponen algunos teóricos por tanto, es el estudio de los sonidos por sí mismos, no como una representación de algo, sin embargo, es esto precisamente lo que resulta especialmente difícil pues el medio radiofónico nos ha acostumbrado, por suerte o por desgracia, a elaborar imágenes mentales a partir de las relaciones efectuadas por nuestro cerebro al escuchar referencias a elementos presentes en nuestra realidad.

En el caso de Frida’s Bath, se me hace indispensable esta creación de imágenes sonoras que son fácilmente elaboradas gracias al tratamiento que realiza Manuel Rocha de los diversos sonidos con el fin de recrear un determinado ambiente, unas determinadas sensaciones, pensamientos… 
Esto se puede relacionar entonces con los tres modos de escucha clasificados por Schaeffer y más tarde profundizados por M. Chion. Como decíamos, hay una tendencia a atender a los sonidos con el fin de acabar relacionándolos con algún elemento conocido al que pensamos que hace referencia, de manera que queremos averiguar, no sólo el por qué de ese sonido, sino también a qué hace referencia. Esta tendencia se caracterizaría en un mayor grado con los dos primeros tipos a los que Schaeffer o Chion hacen referencia: La escucha causal y la escucha semántica. La escucha causal se sirve del sonido para informarse, en lo posible, de su causa, es decir, tratamos de inferir del propio sonido la causa o fuente que lo origina, sea esta una persona, objeto, etc. La escucha semántica por otro lado,  es la escucha asociada al lenguaje hablado. Los sonidos hacen de intermediarios para servirnos de intérpretes de un tipo de código lingüístico, que simboliza ideas o acciones. La escucha causal de una voz es a su lingüística lo que la percepción grafológica de un texto escrito es a su lectura.

Hay sin embargo también otra escucha que cobra importancia en el plano del arte radiofónico a la hora de analizar desde otro punto de vista estas obras y dejando a un lado las anteriores escuchas, y esta es la escucha reducida, bautizada por Schaeffer como la que afecta a las cualidades y formas propias del sonido, independientemente de su causa y su sentido como objeto de observación, en lugar de atravesarlo buscando otra cosa a través de él . Hay no obstante y como decíamos, una cierta reticencia a este tipo de escucha, sin embargo y como dice Arnheim, hay que tener en cuenta también otro factor y es que en todos los artes, los medios más elementales y arcaicos son los que permiten conseguir los más profundos y bellos efectos. Mucho más inmediatos resultas los efectos producidos por el “carácter expresivo” de los sonidos: intensidad, volumen, intervalo, ritmo

En el caso de Frida’s bath, atendiendo a estas dos primeras escuchas, el sentido encontrado a estos sonidos concluye que nos encontramos ante un espacio confuso y perturbador, concretamente en un baño, pues hay sonidos que nos sitúan espacialmente como son la puerta del baño y el sonido del goteo que, a través de la herramienta de la reverberación, consigue intensificar esa sensación de situación en este lugar concreto. Sobre la tercera escucha, los sonidos que se nos presentan, si son analizados por ser sonidos en sí mismos y no como una representación, percibimos largas duraciones de manera que algunos se prolongan casi desde el comienzo de la pieza hasta el final; las intensidades varían de unos a otros pero una de las características de esta composición es que los sonidos son monótonos y repetitivos, transmitiendo una sensación de bucle que conduce al trastorno; los sonidos agudos predominan sobre los graves y además parece que se van deformando adquiriendo diversas alturas a lo largo de su duración

Hay que destacar que, independientemente del ámbito del que se trate, en este caso el radiofónico, el discurso es un espacio donde se construye una relación de intercambio y negociación de sentidos entre sujetos, lo que habilita a pensar que en el discurso elaborado por un determinado emisor, también están presentes sus potenciales receptores  Es decir, en el discurso creado por un determinado emisor, sea éste hablado, escrito o simplemente compuesto por sonidos, la acción de los receptores ya está implícita pues de alguna manera, se puede decir que la obra se completa cuando el oyente/receptor ha entrado en contacto con esa obra y la ha dotado de un sentido.
Haye compara esta interacción entre emisor y receptor con el impresionismo, donde los artistas no mezclaban los colores sino que esperaban que esa mezcla se produjera ya en el ojo del que viera el cuadro. Los sonidos pueden alcanzar una centralidad equivalente a la que los impresionistas asignaron a la luz, convertida en la auténtica protagonista del cuadro.

Llegamos a la conclusión por tanto de que el emisor cuenta con una serie de aptitudes básicas que presupone que posee el emisor, el cual estaría capacitado para descodificar este mensaje o interpretarlo al menos en la medida en la que éste lo considera. En el ejemplo de Frida’s bath, Manuel Rocha da por hecho que el emisor conoce los sonidos que se encuentran en un baño (como el sonido de la puerta o el agua).

Así pues, en este paralelismo entre algunas obras de arte radiofónico y algunas corrientes artísticas como el impresionismo o el expresionismo a las que Haye da importancia en “La radio y los movimientos artísticos”, podemos establecer una similitud entre el expresionismo por ejemplo y la obra de Manuel Rocha. A comienzos del siglo XX y coincidiendo con la aparición de este movimiento, comenzaron a aparecer cuadros cargados de emoción, dirigidos a captar los sentimientos más íntimos de las personas. 
Antes que reproducir la realidad, los creadores expresionistas procuraron reflejar sus emociones, sentimientos y vivencias interiores. Sus propósitos eran que el público de sus obras experimentase un impacto fundamentalmente emotivo. De esta manera, la obra El baño de Frida supone una expresión de los sentimientos del personaje central de su obra pero no sólo eso, sino también supone una búsqueda de despertar determinados sentimientos en el oyente a través de la reproducción de un espacio mediante elementos tan sólo acústicos.