viernes, 28 de febrero de 2014

"En la colonia penitenciaria" (1914) Franz Kafka


(Texto completo : http://www.ciudadseva.com/textos/cuentos/euro/kafka/la_colonia_penitenciaria.htm)



El texto de Kafka (1914) “En la colonia penitenciaria” narra la historia de una colonia en la que está a punto de ejecutarse la pena de muerte a un condenado, cuya razón de tal destino es la desobediencia en una acción previa. El mismo día de la ejecución se presenta un explorador/viajero que, guiado por el oficial al mando de la práctica de la condena, es informado muy detalladamente acerca de los mecanismos que sigue la máquina encargada de acabar con la vida del condenado.
El relato se desarrolla a través de un narrador omnisciente que conoce las acciones y pensamientos de cada uno de los personajes, las cuales cuenta a través del uso de la 3ª persona y un constante uso de los diálogos. Es un texto narrativo casi tradicional, con un argumento y unos personajes que lo sostienen, sin embargo, Kafka no sigue una estructura convencional de planteamiento nudo y desenlace. Más bien, parece que el texto comienza directamente por el nudo como si fuera un extracto determinado de toda una historia, de hecho, en el mismo comienzo ya se aborda el elemento central de la narración que es la máquina (“-Es un aparato singular-dijo el oficial al explorador, y contempló con cierta admiración el aparato.”), de manera que la historia sigue una temporalidad lineal sin saltos en el tiempo o en el espacio, sin dilataciones ni compresiones, simplemente una exposición de los hechos que parece en tiempo real.

Una de las principales características de la narración es el tono marcadamente objetivo y frío, tanto de los personajes como del narrador, con una exposición mecánica de los hechos, donde hay poco espacio para las exclamaciones o una excesiva expresividad y donde la mayor parte de las descripciones van a parar a la construcción de la imagen del aparato. Éste constituye el centro del relato alrededor del cual el oficial, el explorador, el soldado y el condenado se ordenan a lo largo del tiempo. Prácticamente toda la historia es un dibujo de la máquina que Kafka elabora con sumo detalle explicando con minuciosidad el funcionamiento y partes de ésta en boca del oficial que siente profunda pasión y debilidad por ella. Éste último emplea su tiempo en intentar despertar en el explorador la admiración que él mismo siente hacia el objeto. A pesar de que la complejidad no es tal, el oficial emplea un considerable tramo de tiempo en narrar los detalles. Estos son relatados de manera fría y poco expresiva, sumamente detallada:


“Aquí, sobre la Cama, se coloca al condenado. Primero le describiré el aparato, y después lo pondré en movimiento. Así podrá entenderlo mejor. Además, uno de los engranajes del Diseñador está muy gastado; chirría mucho cuando funciona, y apenas se entiende lo que uno habla; por desgracia, aquí es muy difícil conseguir piezas de repuesto. Bueno, ésta es la Cama, como decíamos. Está totalmente cubierta con una capa de algodón en rama; pronto sabrá usted por qué. Sobre este algodón se coloca al condenado, boca abajo, naturalmente desnudo; aquí hay correas para sujetarle las manos, aquí para los pies, y aquí para el cuello. Aquí, en la cabecera de la Cama (donde el individuo, como ya le dije, es colocado primeramente boca abajo), esta pequeña mordaza de fieltro, que puede ser fácilmente regulada de modo que entre directamente en la boca del hombre, tiene la finalidad de impedir que grite o se muerda la lengua. Naturalmente, el hombre no puede alejar la boca del fieltro, porque la correa del cuello le quebraría las vértebras.”

De este modo se interpreta la figura del aparato como una estructura de poder y castigo que es utilizada por aquellos individuos con una mayor posición política y social, en este caso el oficial, contra aquellos de menor poder (el condenado).
En cuanto a estos personajes, su descripción es ciertamente superficial, el narrador no los describe como tal sino que su psicología se va dibujando a través de sus actos y palabras. Esta técnica de narración fría y mecánica marca también las personalidades de los personajes que adquieren un tono deshumanizado, herramienta que es utilizada por Kafka en varias de sus narraciones acercándose en este sentido al existencialismo, siendo objeto de admiración y análisis para autores posteriores como Sartre. El oficial que no puede ni pretende esconder su pasión y lealtad al aparato y las posibilidades que este ofrece, realiza continuas referencias a un antiguo comandante: “Lástima que usted no haya conocido a nuestro antiguo comandante” “Este procedimiento judicial (…) no goza actualmente en nuestra colonia de ningún abierto partidario (…). Soy el único sostenedor de la tradición del antiguo comandante (…) y necesito emplear todas mis fuerzas para mantenerlo tal como es actualmente.” Una posible lectura es la que hace referencia aquí al intento de mantener a toda costa los valores tradicionales existentes con una anterior figura de poder en un Estado que suponía además un modelo a seguir, y que es más característica de sistemas absolutos. La permanencia de un antiguo régimen que se ve amenazado por la entrada de nuevos pensamientos, de nuevas ideas y de una nueva época, que vendría representada por el nuevo comandante a quien también hace alusiones: “En otros tiempos correspondía al comandante dar las explicaciones, pero el nuevo comandante rehúye ese honroso deber” “El nuevo ha demostrado cierto deseo de inmiscuirse en mis juicios”.

Mediante lamentos nostálgicos como “La máquina se basta a sí misma aunque se encuentra muy solitaria en este valle” se entiende que asistimos a una transición en la que las viejas glorias se van descomponiendo en pedazos por la falta de apoyos de la nueva época, los cuales solo provienen de fuentes muy aisladas como el oficial. En cuanto al explorador, viajero, o extranjero como es referido en varias ocasiones a lo largo del relato, es un observador de los hechos y se muestra indiferente con respecto al condenado pues sólo atiende a las demandas de atención del oficial. Es ajeno e impasible. Esto se contrapone a la actitud que suscitaba el aparato a los ciudadanos en la época del antiguo comandante: “¡Qué diferencia era en otros tiempos la ejecución! (…) todos venían sólo para ver (…) Era imposible satisfacer todos los pedidos para contemplarla de cerca.” Se destaca en este caso la indiferencia y desconsideración de algunos humanos con respecto a otros, esa deshumanización a la que Kafka contribuye con un aire de normalidad y tranquilidad desacorde con el tema en cuestión (la pena de muerte) recurrente en otras obras como “La metamorfosis” en la que es precisamente esta cotidianeidad con la que trata el tema la principal la causante del horror. Esta indiferencia que muestra el explorador en los comienzos de la historia encuentra su razón de ser en el origen del viajero pues este no pertenece a la colonia. Su actitud es de distanciamiento, al reconocerse como extranjero se aleja de los problemas que esta presenciando, de la ejecución: “Hay que reflexionar un poco antes de intervenir decisivamente en los asuntos de los demás. Si pretendía emitir juicios sobre la ejecución podían decirle: “eres un extranjero no te metas”. El condenado era para él un desconocido, no era compatriota suyo”. Se repite así esa intención por remarcar el egoísmo y la indiferencia de unos seres humanos con respecto a otros, aunque la actitud del explorador va tomando forma según avanza la narración.

El condenado es representado como alguien sumiso, casi como un perro “De boca grande y aspecto estúpido, de cabello y rostros descuidados (…) tenía un aspecto tan caninamente sumiso, que al parecer hubieran podido permitirle correr en libertad para llamarlo con un simple silbido cuando llegara el momento de la ejecución” De nuevo se deshumaniza al personaje. Es etiquetado con un rol de inferioridad.

No entiende el idioma que hablan el oficial y el explorador, éste no está a su alcance,  por lo que cuando presencia sus conversaciones se limita a observarles con curiosidad y en ciertas ocasiones incluso sonríe, ignorante. Éste además no ha tenido oportunidad alguna de defenderse y ni siquiera conoce su sentencia. Sin embargo también adquiere cierto tono de pasividad y en cierto modo conformidad y quietud. Se podría pensar de este modo que los grandes poderes y figuras de la sociedad y el Estado denigran y condenan a aquellos en una posición de inferioridad y estos, se limitan a observar cómo son destruidos sin el menor intento por cambiar esa situación mediante cualquier tipo de manifestación a favor de sus derechos.
Otro de los elementos más llamativos es el método de la condena, en definitiva, las partes del aparato, que consta de: La Cama, la Rastra y el Diseñador, a los cuales se pueden atribuir diferentes sentidos. La Cama es descrita por el narrador como: “Está totalmente cubierta con una capa de algodón en rama; (…) Sobre este algodón se coloca al condenado, boca abajo, naturalmente desnudo; aquí hay correas para sujetarle las manos, aquí para los pies, y aquí para el cuello. Aquí, en la cabecera de la Cama, esta pequeña mordaza de fieltro, que puede ser fácilmente regulada de modo que entre directamente en la boca del hombre, tiene la finalidad de impedir que grite o se muerda la lengua. Naturalmente, el hombre no puede alejar la boca del fieltro, porque la correa del cuello le quebraría las vértebras.”

Se puede entender entonces esta parte de la cama como una herramienta por parte del poder dominante para callar al pueblo en sus manifestaciones al igual que al condenado con la mordaza, de manera que si el pueblo opone resistencia a esta represión no encontrará más que la muerte al igual que el condenado si intenta alejar la boca del fieltro. El Diseñador  hace funcionar a la Rastra (que está compuesta por agujas que escriben sobre el cuerpo del condenado) “En el Diseñador está el engranaje que pone en movimiento la Rastra; dicho engranaje es regulado de acuerdo a la inscripción que corresponde a la sentencia”. De este modo el Diseñador sería algo asó como el ente supremo que controla el modo en el que es ejercido el poder y la condena y hacia quién.

Por último está la Rastra: “La verdadera ejecución de la sentencia le corresponde a la Rastra. (…) Consiste en escribir sobre el cuerpo del condenado la disposición que él mismo ha violado.” En este caso, las palabras que figurarán en el cuerpo del condenado serán: “Honra a tus superiores”. Esta parte de la máquina sería el aparato encargado de ejecutar la condena siguiendo la disposición del Diseñador y gracias a que la Cama facilita la contención del condenado.
La condena entonces se produce por una desobediencia que de nuevo enfatiza las jerarquías. Sin embargo lo que llama la atención de la Rastra es que su escritura no es legible para nadie excepto para el oficial y el ya fallecido antiguo comandante: “El explorador (…) sólo vio líneas que se entrecruzaban repetida y laberínticamente. –Lea-dijo el oficial. –No puedo-dijo el explorador-Es muy ingenioso pero no puedo descifrarlo” “Naturalmente no puede ser una inscripción simple (…) No es fácil descifrar la inscripción con los ojos, sin embargo nuestro hombre la descifra con sus heridas”. Se puede decir aquí que se hace referencia a que el motivo de la culpa se halla oculto, tan sólo accesible a los creadores de las leyes que han desembocado en esta tipo de condenas, sólo accesible a los que se empeñan en mantener lo pilares de este régimen que cuenta ya con muy pocos seguidores. El explorador no entiende la caligrafía posiblemente porque la desaprueba, porque las razones por las que se va a realizar la ejecución sn incomprensibles para otros. Se ensalza la arbitrariedad y la improcedencia así como el sinsentido en el ejercicio del poder. Entonces el pueblo (el condenado) desaprueba y no comprende las razones por las que son juzgados y castigados pues estas se basan en unas estructuras injustificadas, sin embargo, las entienda o no va a experimentarlas en sus propias carnes igual que el condenado será marcado en su cuerpo con su sentencia.
Al final, el oficial que teme un derrumbamiento del aparato intenta convencer al explorador de que adopte su postura y luche en contra del nuevo comandante. El Estado busca cómplices fuera de las fronteras de su  nación e intenta persuadir a otras potencias de que su política es la correcta, tratando de buscar ayuda para desacreditar a una nueva ola de pensamientos y en definitiva, de cambio: “Y ahora elevo ante usted esta súplica: Ayúdeme contra el comandante (…) ¿No sería de todos modos necesario tratar de utilizar toda clase de recursos con tal de conservar el antiguo procedimiento?”

Como se ha dicho, el explorador se muestra indiferente en el comienzo de la explicación, sin embargo, poco a poco comienza a formarse un juicio propio que se aleja de las convicciones del régimen que defiende el oficial. Así, cuando éste acepta por fin la actitud del explorador y es consciente de que posiblemente nadie pueda comprender jamás la caligrafía del aparato ni tampoco su fin pues los que lo hacían (como el antiguo comandante) ya no están, decide someterse al aparato liberando previamente al condenado:
 “Así que el procedimiento no lo convence (…) Entonces llegó el momento. –Lea esto-dijo el oficial. –Ya le dije que no puedo leer esos planos-. Entonces el oficial leyó la inscripción: -“Sé justo”. (…) Mientras tanto el oficial se dirigió hacia la máquina (…) Apenas se cerraron las correas la máquina comenzó a funcionar.”
En definitiva la máquina comienza a desmoronarse mientras intenta escribir en el cuerpo del oficial la frase “sé justo”. La falta de apoyo del exterior al régimen que se intenta mantener y que carece ya de apoyos es decisiva de manera que esas estructuras de poder ya no pueden mantenerse por más tiempo y se desmoronan. El oficial, orgulloso hasta el último momento, decide someterse a la propia justicia que él mismo defiende. Sin embargo el aparato no es capaz de escribir finalmente este mensaje, quizás porque es una contradicción a su propia naturaleza. Es posible que de este modo, se ponga en duda la propia legitimidad del aparato que, en cualquier caso, acaba muriendo con su último defensor. Cuando el explorador observa la cara del cadáver hace hincapié en que permanecía con el mismo gesto inmóvil que cuando estaba vivo “Era como había sido en vida (…) tenía los labios apretados, los ojos abiertos, con la misma expresión de siempre, la mirada tranquila y convencida”. En definitiva, el castigo y la ejecución no habían conseguido cambiar la actitud del condenado (en este caso el oficial) por lo que se puede suponer que se pone en tela de juicio la validez del aparato de ejercicio de poder pues, si supuestamente se utiliza para cambiar la actitud y, en este caso la actitud permaneció en el individuo pese a estar a punto de morir, quizás el aparato, la forma de ejercicio de poder, era defectuoso.

Mientras esto sucede el condenado ocupa el papel que ostentaba el oficial cuando sus posiciones eran inversas “Pero el condenado advirtió las correas sueltas; como según su opinión la ejecución era incompleta si no se sujetaban las correas, hizo un gesto ansioso al soldado, y ambos se acercaron para atar al oficial”.  Se pone en evidencia la actitud negativa y cínica del ser humano pues demuestra que el condenado es sumiso y dócil pues la naturaleza le ha puesto en ese lugar pero, de haber sido puesto en el lugar del oficial, es posible que su actitud fuese igual de vil e injusta.

Una vez el oficial ha muerto, el explorador se dirige a ver la lápida del antiguo comandante donde lee “Una profecía dice que después de determinado número de años el comandante resurgirá, desde esta casa conducirá a sus partidarios a reconquistar la colonia. ¡Creed y esperad!” Cuando el explorador finalmente se marcha de la colonia impide que el soldado y el condenado escapen de allí con él. Con todo esto se puede hacer alusión a que la sociedad está “condenada” a que este tipo de figuras poderosas que ejercen poder sobre el resto de individuos siempre existirán, y aunque una de ellas desaparezca, otra vendrá antes o después a ejercer el poder que esta ejercía o uno superior y con ella vendrán también sus consiguientes seguidores. 

domingo, 9 de febrero de 2014

Emociones Surrealistas













Un paseo Surrealista fue el que me permitió disfrutar el Museo Thyssen-Bornemisza de Madrid el pasado mes de enero. La exposición de "El Surrealismo y el sueño" estuvo presente desde el 8 de octubre hasta el 12 de enero y, como asistí el último día, me fue imposible repetir. Aunque fue quizás esta fugacidad y singularidad de lo que presencié lo que me dejó este increíble sabor de boca que me introdujo aún más en este mundo tan apasionaste del Surrealismo.
Desde artistas conocidos por muchos como Luis Buñuel, Salvador Dalí, Man Ray o Miró hasta otros no tan conocidos y que se han convertido en objeto de admiración para mi: Victor Brauner, Dora Maar, Remedios Varo, Jaques André Boiffard...

Nada más acceder al interior te encuentras con el típico mostrador que ofrece esos telefonitos con aspecto futurista que al parecer son el no va más del conocimiento y por un módico precio compras a tu cerebro nuevos conocimientos acerca de lo que estás viendo, porque claro, para que vas a pensar tú que eres un simple mirón, mejor que te lo den todo "hecho".
Y digo "hecho" porque a mi parecer el Surrealismo se llama así por ser irracional, no real, onírico y soy algo reacia a pensar que todas y cada una de las obras que pertenecen a esta corriente tienen una explicación racional del tipo: "Las lineas que atraviesan las figuras superpuestas de la esquina inferior derecha son un mensaje del autor con respecto a su inconformismo con la sociedad de la época". Pues no. Yo creo que esas líneas están ahí porque el autor las imaginó así, porque las soñó o simplemente porque le apeteció ponerlas ahí, y por eso las puso. Por supuesto no quiero decir que no tengan significado alguno o que el autor no quiera decir nada con ellas. Es más, disfruto como el que más intentando descifrarlo. Sólo Creo que algunas lo tienen y otras no lo tienen. 


Al principio la sensación de despiste es total, disfrutas con lo que estás viendo y sin duda es placentero pero no sabes muy bien que estás viendo. Sin embargo según avanza la exposición este despiste es el propio causante del placer pues aprendes a darle significado y sentido a cada obra que presencias. Y si no se lo das aún mejor pues es un lujo para la vista.

Uno de los artistas que más me llamó la atención fue Victor BraunerPara ser sincera, al acabar no recordaba ni un sólo cuadro de él. Es posible que fuera porque vi otros 2000 y tenía todo un poco borroso. Sin embargo conservé su nombre (por algo sería) así que en cuanto pude, busqué todo lo que pude acerca de su obra y me encontré con una curiosa historia que puede servirme de apoyo en lo que pretendo argumentar:

Obviando detalles biográficos, Brauner fue un artista rumano que se introdujo con el tiempo en este mundo del surrealismo a través de vínculos como André Breton, el principal exponente del Surrealismo. Según la historia más extendida, en 1938 Brauner asistió de visita al taller de Óscar Dominguez (también presente en esta exposición). Mientras se encontraba allí se desató una pelea en la que éste último arrojó un vaso a otro artista de esta misma corriente, con la mala fortuna de que el vaso encontró su muro en el ojo de Victor brauner, el cual acabó finalmente desapareciendo. Una historia simple, si no fuera porque siete años antes el pintor rumano realizó un retrato (izquierda) en el que aparecía sin uno de sus ojos y en otras de sus obras se pueden apreciar también personajes con alguna característica especial en sus ojos.


Está demás añadir entonces, que si no existieran las fechas y la historia, el telefonito habría añadido a nuestro conocimiento que Víctor Brauner condujo muchas de sus obras hacia la descripción de un episodio fatídico de su vida que fue la pérdida de uno de sus ojos.

Si algo hay que destacar del Surrealismo entre otras cosas y con respecto a otras corrientes, es que éste sigue muy presente en nuestra sociedad actual. Si otras corrientes artísticas han pasado a mejor vida, sólo recordadas en enciclopedias de quién sabe cuantas entregas, el surrealismo sigue presente en todas las artes, ya sea por la creación de nuevas herramientas o por la herencia de las ya conocidas. No hace falta nombrar pues a uno de sus máximos representantes en el cine de la actualidad como es David Lynch con obras tan personales e inexplicables como "Eraserhead".


Al margen de cualquier mensaje que Lynch esté enviando con esta película (en el caso de que lo esté haciendo), al margen de cualquier prolijo análisis sobre los mecanismos y códigos formales que construyen un supuesto significado oculto que sólo el director y algunas mentes privilegiadas conocen, al margen de la suposición, nos quedan las emociones. Las emociones que ofrece el Surrealismo son especiales e irreductibles a un análisis textual. Existe una tendencia cada vez más presente en la sociedad, en las universidades, en los individuos que conduce a una explicación de los sentimientos. Propongo de esta manera un despojo de cualquier convención social, de cualquier modo de explicación del arte. Propongo mirar y disfrutar. Esta obra de Lynch así como muchas de las que estuvieron presentes en el museo Thyssen son más disfrutables interactuando con ellas como si de una melodía se tratara. Una sinfonía no se descompone y se analiza en partes esperando encontrar una historia perdida. Eraserhead alcanza las entrañas del espectador con su ambiente onírico y demente. La mano concha de Dora Maar esboza una sonrisa y eleva una ceja al mismo tiempo. La miel es más dulce que la sangre de Dalí hipnotiza y encandila. 
En lo que a mí respecta, el mayor disfrute se encuentra nada más y nada menos en la ignorancia consentida. Esa actitud que adopto en la que me obligo a no preguntarme "por qué" sobre una foto de Man Ray o un Collage de Dora Maar. En la que no converso con el arte buscando un diálogo de preguntas y respuestas. En la que sólo me habla la obra, dejando que me engañe, que me fascine o que me espante.


KAREL TEIGE



DORA MAAR