“El hombre” Es
uno de los relatos que forman parte del conjunto de “El llano en llamas”,
desarrollados muchos de ellos en el poblado de Comala, que también es el
escenario de “Pedro Páramo”. Una de las principales características de estos
relatos es el realismo del que se vale cada una de las historias (sin entrar en
el realismo mágico) o las presencias humanas desdibujadas cuyas características
permanecen ciertamente ocultas. En estas obras además, Rulfo presenta unas
apreciables innovaciones formales y aquí en El
hombre, son visibles algunas como el hábil uso de las diferentes voces
narrativas o de los cambios en los tiempos verbales.
Una de las
principales características de El hombre
es su complejidad narrativa provocada por los
saltos temporales, los continuos cambios de voces narrativas y la falta de
descripciones y por tanto distinciones entre los diferentes personajes. Es por
esto que el lector debe tener una participación activa en este aspecto y guiarse
por diferentes marcas como “-dijo el que le perseguía-” Que nos indica de qué
personaje se está hablando, puesto que de lo contrario, al sólo narrarse
acciones con muy pocas descripciones, es difícil diferenciar de cuál de los dos
personajes se está hablando.
La identidad de
estos así como el argumento narrativo son difíciles de distinguir en un
principio, ya que el nombre de uno de los personajes, José Alcancía, no es
nombrado hasta la mitad del relato y el otro, Urquidi, ni si quiera es
nombrado. Sabemos la identidad de éste al ser su familia nombrada al final del
relato por otro de los narradores del que hablaremos más tarde. El argumento
como ya decimos, difícil de discernir en una primera lectura, es básicamente la
historia de un hombre que asesina al hermano de otro (de José Alcancía). Éste
último, movido por las ansias de venganza decide ir en busca del asesino de su
hermano pero lo que finalmente sucede es que acaba con la vida de toda su
familia en su lugar, puesto que no se encontraba en casa ese día. De este modo,
el sr. Urquidi motivado por las mismas ansias de venganza que Alcancía, decide
emprender una persecución en busca de este último hasta que finalmente acaba
con su vida. De ahí las referencias del narrador como “el que lo perseguía”.
Todos estos
detalles son proporcionados al lector de manera paulatina a lo largo del texto
y de forma fragmentada. La identidad de los personajes y lo que sucedió entre
ellos lo conocemos prácticamente por estas dos sentencias:
"Igua que lo que yo hice con su hermano. Pero lo hice cara a cara, José Alcancía, frente a él y frente a tí y tú no más llorabas y temblabas de miedo"
"¿Y dice usted que mató a toditita la familia de los Urquidi?"
En el comienzo
vemos por tanto un narrador extradiegético, pero la información que posee es
limitada. Más tarde, al final del relato, nos vamos a encontrar con un narrador
testigo del que hablaremos más adelante: El borreguero. Lo que hace este
narrador extradiegético de alguna manera, es mediar entre las voces de los
personajes que de algún modo también ejercen de narradores a través de sus
pensamientos que nos llegan entrecomillados.
Los cambios en
los tiempos verbales son una de las dificultades para el lector a la hora se
situar el relato en un tiempo y espacio concretos. En este ejemplo, asistimos a
una narración en pasado y poco después parece que de nuevo nos trasladamos a
una época presente:
“El hombre
bajó buscando el río, abriendo una nueva brecha entre el monte.
Muy abajo el río corre mullendo sus aguas entre sabinos florecidos; meciendo su espesa corriente en silencio. Camina y da vuelta sobre sí mismo. Va y viene”
Muy abajo el río corre mullendo sus aguas entre sabinos florecidos; meciendo su espesa corriente en silencio. Camina y da vuelta sobre sí mismo. Va y viene”
Así pues, en el relato
se presentan diversas anacronías, fracturas temporales que hacen que el relato
se estructure de modo diferente a lo que sería el orden cronológico de la
historia.
Tocó la
puerta sin querer, con el mango del machete. Un perro llegó y le lamió las
rodillas, otro más corrió a su alrededor moviendo la cola. Entonces empujó la
puerta sólo cerrada a la noche.
E1 que lo perseguía dijo: “Hizo un buen trabajo. Ni siquiera los despertó.”
“No debí matarlos a todos
Es este otro ejemplo, se presentan seguidas las voces
del narrador, del perseguidor que da cuenta del momento en el que se produjo el
asesinato de su familia, y el perseguido que alude al momento del asesinato. Podría
parecer que el uso de las tres voces es fragmentado, heterogéneo y sin relación
alguna, sin embargo hay una sensación de
que las tres están manteniendo una especie de narración destinada a un
determinado narratario, ya que las palabras de uno complementan las del anterior
con el fin de conformar un relato completo y satisfactorio: El narrador sitúa
al perseguido en la escena, el perseguidor (Urquidi) cuenta cómo se produjo el
asesinato y el perseguido explica su arrepentimiento y sus sentimientos acerca
de lo ocurrido.
Es curioso el hecho de que el perseguidor, en un
momento en el que es introducido a través de las comillas (gracias a las cuales
diferenciamos el cambio de voces) y ejerce por un momento de narrador, muestra
su grado de conocimiento acerca del perseguido, como si en ese momento se
tratara de un narrador testigo que presenciaba los hechos y a pesar de ello no
hubiera podido evitarlos.
“Se sentó en
la arena de la playa —eso dijo el que lo perseguía—. Se sentó aquí y no se
movió por un largo rato. Esperó a que despejaran las nubes. Pero el sol no
salió ese día, ni al siguiente. Me acuerdo.”
El perseguidor siempre sabe más que el perseguido.
Conoce de dónde viene y hacia donde se dirige, hasta que al final consigue
alcanzarle y darle muerte. El perseguido sin embargo (Alcancía) nunca sabe
donde se encuentra el perseguidor. “Te
cansarás primero que yo. Llegaré a donde quieres llegar antes que tú estés allí
—dijo el que iba detrás de él—. Me sé de memoria tus intenciones, quién eres y
de dónde eres y adónde vas. Llegaré antes que tú llegues.”
Hay
que hablar además de la poca concreción respecto, no sólo a los personajes,
sino también al lugar geográfico en el que se encuentran. Uno de los personajes
de hecho no es presentado hasta la mitad del relato, como hemos dicho
anteriormente, y el otro casi llegado el final. Sin embargo, aunque la
localización geográfica del lugar donde se desarrollan los hechos no es nada
concreta, sí que se describen el terreno y el ambiente árido y hostil,
característico del resto de obras de El
llano en llamas.
“La vereda subía, entre yerbas, llena de espinas y de
malas mujeres. Parecía un camino de hormigas de tan angosta”
“No era tiempo de hojas. Era ese tiempo seco y roñoso
de espinas y de espigas secas y silvestres.”
Este paisaje árido y
desértico con unas condiciones duras para la vida, es protagonista en varios de
los relatos del llano en llamas como en “Nos han dado la tierra” donde el
paisaje actúa como un personaje más de la historia, que refuerza la
personalidad y el ánimo de los personajes compensando la falta de
caracterización de estos.
El
tiempo atmosférico acompaña también a este paisaje árido y seco, siempre nublado
y con oscuridad predominante pero nunca llega a desembocar en lluvia.
“Esperó a que
despejaran las nubes. Pero el sol no salió ese día, ni al siguiente. Me acuerdo
(…) sólo tengo memoria de que el cielo estaba gris...”
“al frío de
aquella noche nublada.”
“Lo vi que
temblaba de frío. Hacía aire y estaba nublado.”
La
idea de la muerte está presente en todo momento. No aparece sólo como el motivo
que acciona uno de los temas estructurales del relato, la venganza, sino que
tiene también presencia e importancia como si se tratara de un personaje más al
igual que el paisaje. Un detalle es que el perseguidor menciona en varias
ocasiones al fallecido recién nacido. El motivo por el que el perseguido
asesinó a toda la familia Urquidi excepto a aquel que andaba buscando, fue
porque este último estaba ausente, debido a su asistencia al entierro. Surge
aquí la ironía de que la vida del perseguidor se ha salvado gracias a la muerte
de otro ser, que además es un recién nacido.
Otro de los
momentos en los que la muerte cobra importancia es cuando Urquidi mantiene una
conversación con su hijo fallecido:
"Nadie te
hará daño nunca, hijo. Estoy aquí para protegerte. Por eso nací antes que tú y
mis huesos se endurecieron antes que los tuyos”
“Hijo —dijo
el que estaba sentado esperando—: no tiene caso que te diga que el que te mató
está muerto desde ahora”
Como decíamos en
el comienzo, el borreguero es un narrador
testigo que aparece al final del relato narrando los hechos en pasado, por lo
que observamos de nuevo un cambio temporal. Nos revela otro de los pocos datos
acerca de la identidad de uno de los personajes, el perseguido, con lo que aquí
sabemos que mató a la familia de los Urquidi. Este borreguero narra los hechos
a un licenciado que no aparece nunca, parece haber un diálogo y sin embargo
este licenciado, que sería el narratario del relato del borreguero, nunca llega
hacer acto de presencia.
Aquí Rulfo sirve a este narrador de un vocabulario
diferente y más coloquial que permite una clara distinción del resto de
personajes de la primera parte, que clarifican que este es un nuevo personaje y
ya no se trata del narrador extradiegético del comienzo del cuento sino de un
narrador testigo habitante de las tierras donde se desarrolla el relato.
“Se pegó a la
más hobachona de mis borregas y con sus manos como tenazas le agarró las patas
y le sorbió el pezón”
“Y ahora que
yo se lo digo, salgo encubridor. Pos ahora sí”
El borreguero humaniza y deshumaniza al perseguido al
mismo tiempo: Lo humaniza y nos aporta además datos acerca de él que no
conocíamos, nos permite al menos esbozar una imagen mental más completa:
“Pero no
parecía malo. Me contaba de su mujer y de sus chamacos.
Y de lo lejos que estaban de él. Se sorbía los mocos al acordarse de ellos.
Y estaba reflaco, como trasijado”
Y
seguidamente lo deshumaniza y lo hace un símbolo del mal que come animales
muertos.
“Todavía ayer
se comió un pedazo de animal que se había muerto del relámpago. Ruñó los
huesos hasta dejarlos pelones. “El animalito murió de enfermedad”, le dije
yo. Pero como si ni me oyera. Se lo tragó enterito.”
Otro de los
elementos presentes en todo momento y que adquiere importancia debido al
hincapié del relato en nombrarlo es el río. Este río es dibujado como
silencioso y pacífico pero también como algo traicionero:
“Muy abajo el río corre mullendo sus aguas
entre sabinos florecidos; meciendo su espesa corriente en silencio. Camina y da
vuelta sobre sí mismo. Va y viene como una serpentina enroscada sobre la tierra
verde. No hace ruido.”
El perseguido
(Alcancía) cuando entró en la casa de los Urquidi y los asesinó lo hizo en
silencio, cuidadosamente, sin despertarlos “lo hizo muy bien” tal y como dijo
el perseguido. Se podría decir lo mismo del río que, como una especie de
justicia poética, acaba atrapando al perseguido con su silencio y su paz,
reteniéndolo hasta que el que lo perseguía dio con él para acabar con su vida.
Podríamos
decir así que el tema de la violencia o bien de la venganza promovida por la
violencia, son los temas centrales que estructuran el cuento y en la que los
dos personajes principales se ven envueltos. Observamos una especie de movimiento
circular (movimiento que también presenta el río “Camina y da vuelta sobre sí mismo”) en cuanto a este tema de la
venganza: El perseguidor (Urquidi) ha cometido un acto de violencia al asesinar
al hermano del perseguidor (José Alcancía). Éste, furioso de venganza, decide
emprender un camino cuya meta es el asesinato de la familia del sr Urquidi. Así
pues, éste último ahora en la situación de venganza en la que se encontraba
previamente José Alcancía, decide emprender un nuevo camino movido por los mismos
motivos, cuya meta es la muerte del asesino de toda su familia. Es decir, se
llega a un punto en el que no se diferencia realmente los actos cometidos por
pura violencia y los cometidos por una venganza en justicia de esa violencia
cometida. Ambos personajes se igualan como agresores y como víctimas. El
perseguido (Alcancía) en un momento fue perseguidor (del sr. Urquidi) y este
último que ahora es perseguidor, puede que algún día vuelva a ser perseguido de
nuevo.
Se refuerza un discurso en el que la venganza es la protagonista, destacándose que
el acto de violencia es concebido como algo negativo (el hecho de haber sufrido
las muertes de mujer, hijos o hermano) y sin embargo se lucha contra ella a
través de nueva violencia disfrazada de un acto de justicia. Aquí los
personajes se guían por su propio instinto de justicia, castigando al que les
ha hecho mal, pero eso acaba convirtiéndose en un círculo vicioso e infinito,
donde la violencia se cura con violencia y que establece una cadena entre
perseguidor y perseguido.
Este
último al final acaba muriendo al borde de este río, que presenta también este
movimiento circular del que ya hablábamos. “Camina y da vuelta sobre sí mismo. Va y viene como una
serpentina enroscada sobre la tierra verde. No hace ruido.” Podemos
decir que esta cadena se rompe de alguna manera al haber muerto uno de los
componentes, y al ser el círculo de la venganza algo infinito, otro tiene que
ocupar su lugar de “culpable” en este sentido de la justicia. Según esta
interpretación, podemos establecer como siguiente eslabón de la cadena al
borreguero. Cuando el licenciado llega y establece una “conversación” con el
borreguero, le acusa de haber participado como cómplice de los actos del
perseguido al no haber actuado correctamente cuando éste se presentó en su
propiedad. Así pues, es el licenciado (que podría ser una representación legal
de la justicia) es el que establece que el borreguero sea el siguiente eslabón
en esta cadena de perseguidor-perseguido.
En definitiva, llegamos a un momento en el que todos
los personajes presentes en la historia son diferenciados por algunos detalles,
casi imperceptibles en el caso de los dos primeros, pero todos comparten una
naturaleza violenta y vengativa. Ni si quiera el borreguero escapa a este juicio
que critica la actitud del hombre, no sólo porque al final se le acaba
atribuyendo parte de culpa siendo un eslabón más de esta cadena, sino también
porque él mismo se presenta como hipotético ejecutor de esta venganza:
“Que me lo dieran ahorita. De saber lo que había hecho
lo hubiera apachurrado a pedradas y ni siquiera me entraría el remordimiento.”
“¿Dice usted que mató a toditita la familia de los
Urquidi? De haberlo sabido lo atajo a puros leñazos.”