La señorita
Else, escrito por Arthur schnitzler, forma parte de las obras literarias
surgidas a finales de los años veine (1929) donde uno de los elementos que más
llaman la atención sobre el lector, es el uso de la herramienta del monólogo
interior.
Else, es una
joven de diecinueve años que padece las consecuencias de vivir rodeada de un
entorno hostil, donde las apariencias, las clases sociales y el dinero, juegan
un importante papel, llegando a estar estos muy por encima de los valores
éticos y morales.
La novela
comienza con Else, la protagonista, situándonos en un espacio concreto donde se
encuentra jugando al tenis. Hay que destacar que los diálogos aparecen también
a lo largo de la novela, sin embargo, estos aparecen entrecomillados. Así pues,
la novela comienza introduciendo un diálogo perteneciente a una conversación
jugando al tenis entre Else, Cissy y Paul, su primo. Desde este primer momento,
ya observamos como la novela nos introduce en la mente de Else. La protagonista
es un sujeto para nosotros transparente, no hay secretos entre ella y el
lector, sino entre ella y el entorno al que pertenece. En todo momento
asistimos a un doble juego, una doble apariencia por parte de la protagonista
que parece tener dos caras: Una pertenece a lo que piensa, y la otra a lo que
dice, siendo esto ya un indicador de la importancia que cobran las apariencias
en la sociedad donde vive Else y que acabarán propiciando el fatal desenlace.
Aparece un dilema entorno a lo que se piensa y a aquello que se debe pensar.
En esta lectura
de los pensamientos de Else, se produce una primera ruptura que tiene lugar al
comienzo: la carta de su madre que traerá consigo el progresivo decaimiento de
la joven de diecinueve años. Desde el comienzo, el autor nos hace ver a través
de la mente de Elsa, cómo ésta critica los mecanismos por los que se rige una
sociedad en la que la mujer ejerce un papel secundario y es tratada en
ocasiones (y como más tarde le sucederá a ella) como una mercancía. Los lugares
donde se desarrolla la acción (como el hotel) y los actos colectivos (como el
“dinner”) son indicadores de la importancia de una elevada clase social y de la
deshonra que supone no poder adherirse a ella.
“Dios mío: ¿por qué no tengo dinero yo? ¿Por
qué no he ganado nada todavía? ¿Por qué no aprendí nada? ¡Oh, sí que aprendí algo! ¿Quién
osa a decir que yo no aprendí nada? Sé tocar el piano; sé francés, inglés, y también un
poquito de italiano; he seguido cursos de Historia del Arte… ¡Ja! ¡já! Pues, aunque hubiese aprendido
algo mejor, ¿de qué me serviría?”
Es pues esta
carta, como decíamos, la que sirve como excusa para que el lector sea conocedor
de los pensamientos y las reflexiones que a partir de ese momento comienzan a
atormentar a Else: Acerca de su familia, de la sociedad en la que se encuentra,
del significado de su propia existencia y sobretodo el permanente pensamiento
del suicidio.
El contenido de
la carta que llega de su madre, le pide en definitiva que consiga por todos los
medios la suma de treinta mil florines para saldar una deuda de su padre o
habría terribles consecuencias para la familia, siendo la única persona a la
que puede recurrir un individuo llamado Dorsday. Surge aquí uno de los recursos
que permite utilizar el monólogo interior, y es la reproducción de los diálogos
o las supuestas conversaciones que Else tendría con su madre (como cuando lee
la carta), su padre o también con Dorsday más adelante.
“Oh, querido papá, cuánta preocupaciones me
causas.”
Es a través de
estos hipotéticos diálogos donde nos daremos cuenta de la relación existente
entre Elsa y su familia. De la soledad e incomprensión en la que se ve
envuelta. La falta de comunicación y de interés, propicia una relación
ciertamente fría en la que la protagonista se acaba sintiendo como un simple objeto
de comercio a través del cual conseguir llegar a un determinado fin, en este
caso la suma de dinero de Dorsday.
Volviendo al
recurso del monólogo interior, al tratarse de un relato donde lo único a lo que
asistimos son los pensamientos de un individuo, las oraciones se encuentran muy
dispersas y en ocasiones parece no haber conexión alguna entre una y otra. Este
es el resultado de una consecución de pensamientos donde cualquier elemento,
colores, músicas, olores provocan un cambio de dirección en el pensamiento. Es
un tipo de narración en la que al lector sólo se le proporciona un único punto
de vista, el yo es aquí lo único
importante, y la percepción de las personas, sociedad, y espacios depende
enteramente de la protagonista. Otra de las situaciones que se producen a causa
de la personalidad de Elsa es la evasión y la imaginación de situaciones
hipotéticas, como ya mencionábamos antes, y que en su gran mayoría éstas tienen
como centro el hecho de su propia muerte por suicidio.
“Voy a sentarme en el alféizar para leerla.
Cuidado, que podría caerme. “Según nos informan de San Martino, ha sucedido en
ésa, en el Hotel Fratazza, un lamentable accidente. La señorita Elsa T., una muchacha bellísima, de
diecinueve años, hija del conocido abogado…” claro que dirían que me suicidé a causa de un amor
desdichado, o porque estaba en estado interesante. Amor desdichado: ¡ah, eso!”
Es importante
entonces el surgimiento del tema de la humillación, que consiste en tratar a un
ser humano como si no fuera tal. Como hemos dicho antes, Else es tratada como
un objeto y como un medio para llegar a un determinado fin, como una
adolescente que no es capaz de tomar sus propias decisiones y como si no
tuviera conciencia de lo que le rodea. Esto cobra aún mayor fuerza cuando tiene
lugar el encuentro con Dorsday y lo que este supone. Para lograr conseguir el
dinero que su familia ha requerido de ella, Else tiene que dejar a un lado
todos sus valores morales y su dignidad, produciéndose en su interior una lucha
en la que los valores, la culpabilidad y la conciencia se enfrentan también al
miedo y a la propia dignidad. En muchas ocasiones, Else planea un movimiento o
una frase, en su cabeza suenan de una determinada manera y así lo consigue ver
el lector, sin embargo, una vez que esa acción o frase es efectuada en
sociedad, no resulta tal como ella esperaba.
“¡Está loco!
¿Por qué le permito que siga hablando? Estoy petrificada.”
“¡No, no! ¡No
quiero! ¿¡Por qué, pues, no lo digo?! ¡Suicídate, papá…!
Ese uso del yo al que hacíamos referencia es, por
tanto, de gran utilidad aquí, pues se refuerza el carácter de inconformismo, de
incomodidad y de la no pertenencia del sujeto al mundo en el que está situado.
El uso de la primera persona y más aún del monólogo interior, permite la intensificación
de estos sentimientos y de la identidad desubicada del personaje.
Lo que consigue
por tanto ver el lector gracias al uso de estos mecanismos y del monólogo
interior en especial, es la captación de la personalidad y las tendencias del
sujeto protagonista, pero sobretodo la intuición de su devenir. Al final, Else
acaba suicidándose, pero al lector esto no le supone una sorpresa puesto que la
protagonista es un sujeto trasparente donde cada pensamiento, reflexión o
percepción acerca del mundo exterior consigue llegar sin ningún tipo de filtro.
Este es por ello otro de los logros del monólogo interior, es decir, la
transmisión y la captación del tipo de sociedad y entorno que rodea a la
protagonista, la ubicación en un determinado tiempo y espacio regido por unas
determinadas normas y valores.
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