Final del juego es
uno de los cuentos incluidos en el libro con el mismo nombre “Final del juego” de Julio Cortázar. Narra una historia pasada o
más bien lo que parece ser un recuerdo. Esta historia está narrada por uno de
sus personajes, una niña que relata las aventuras y el desarrollo de los juegos
que comparte con otras dos niñas. De la narradora se desconoce su nombre y su
aspecto, pero nos da información acerca de aquello que le rodea, especialmente
el de las otras niñas que la acompañan durante todo el relato. No queda claro
tampoco el tipo de parentesco entre las tres, pueden ser hermanas o primas pues
se hace referencia a “mamá” y “tía Ruth”.
El cuento
comienza haciendo uso de la técnica “in media res”, esto es, da la impresión de
que el relato comienza en mitad de toda una historia, con una vaga presentación
inicial de los elementos presentes como si el lector ya casi los conociese,
nombrando directamente a los personajes principales sin hacer ningún otro
comentario que aporte más información por el momento:
“Con Leticia y Holanda íbamos a jugar a las
vías del Central Argentino los días de
calor, esperando que mamá y tía Ruth
empezaran su siesta para escaparnos por la puerta blanca”
La historia es
contada haciendo uso del tiempo verbal pasado desde la perspectiva de la niña
protagonista. Cuando este recurso de narración en pasado es utilizado, el
lector adquiere la impresión de que la narradora (pues en este caso es también
personaje) ya no sigue en esa etapa en la que se encontraba en el relato. Al
ser un hecho pasado, se presupone que, al menos psicológicamente, ha sufrido un
desarrollo, aunque tampoco tengamos información acerca del tiempo transcurrido.
Sin embargo, el tipo de redacción que se observa es algo ambigua puesto que la
voz transmite un cierto “estado” de infancia. Hay por tanto una cierta
ambigüedad en cuanto a la etapa vital en la que se encuentra la protagonista.
Esto da pie además a uno de los temas principales de la historia: El desarrollo,
el paso de una etapa a otra, el paulatino abandono de la infancia.
Hablando de esta
ambigüedad hay ocasiones, como ya se ha dicho, en las que creemos atender al
relato de una niña por comentarios que muestran actitudes algo infantiles como
los celos, entre otras:
“Leticia no tenía que secar los
platos ni hacer las camas, podía pasarse el día
leyendo o pegando figuritas, y de
noche la dejaban quedarse hasta más tarde si lo pedía, (…) toda clase de
ventajas”
“Si en casa se enteraban, o por
desgracia a alguna de las de Loza le daba por
espiarnos, con lo envidiosas que
eran esas enanas”
“porque los del secundario
desprecian a las chicas que no han hecho más que
la primaria y solamente estudian
corte y repujado al aceite.”
Así mismo, si por
algo es ciertamente ambiguo el texto en este aspecto, es porque aparecen
también frases y expresiones más propias de una persona adulta. Se entrevé a la
niña que está dejando de ser niña, lo sigue viendo todo desde una perspectiva
infantil pero la mujer en la que empieza a convertirse sale a relucir de vez en
cuando como en los comentarios hacia la situación de Leticia fundamentalmente,
en las que se compadece de ella, a veces en exceso.
“Nos alegramos mucho con Holanda
porque Leticia era muy buena como estatua, pobre criatura”
“pero no podíamos decirle eso a
Leticia, pobre ángel, con su sensibilidad y la cruz que llevaba encima”
“Lo que yo hubiera querido es que
Leticia no sufriera, bastante cruz tenía encima y ahora con el nuevo
tratamiento y tantas cosas”
En muchos de los
cuentos de Cortázar, lo real y lo maravilloso suelen mezclarse y en muchas
ocasiones muy sutilmente, dando paso a relatos ambiguos en cuanto a que no se
distinguen fácilmente las fronteras entre fantasía y realidad, como es el caso de
“Reunión con un círculo rojo” o “La noche boca arriba”. En el caso de “Final
del juego” la presencia del elemento fantasía no aparece de una manera tan
contundente como en las otras obras ni tampoco de la misma forma, sin embargo
este contenido sigue estando presente. Nos encontramos con un cuento donde se
enfrentan varios planos: el de la vida y las desgracias frente al del juego y
la fantasía. Estos dos mundos se desarrollan cada uno en lugares diferentes y
están separados por una puerta. Si nos fijamos en el comienzo del relato, la
narradora describe este paso a través de la puerta como un aire liberador “Abríamos despacio la puerta blanca, y al
cerrarla otra vez era como un viento,
una libertad que nos tomaba de las manos, de todo el cuerpo y nos lanzaba hacia delante”. De esta manera,
distinguimos los dos espacios en los que se sucede la acción: de puertas hacia
adentro, en la casa, tienen lugar las discusiones, las tareas, las rutinas, los
deberes… Se hace referencia en varias ocasiones a la tarea de lavar la loza, a
las horas de las comidas, las
discusiones con mamá y tia Ruth, etc. De puertas hacia fuera sin embargo, nos
encontramos con el espacio donde la fantasía tiene lugar, en las vías del
Central Argentino donde las niñas llevan a cabo su rutinario juego de las
estatuas y las actitudes, lugar al que llama “nuestro reino”:
“Entonces corríamos buscando
impulso para trepar de un envión al breve talud del ferrocarril, encaramadas
sobre el mundo contemplábamos silenciosas nuestro reino.”
Es pues en este
mundo de fantasía donde emplean horas jugando a estatuas y actitudes, donde los
disfraces están muy presentes. Es dentro de este reino también, donde las niñas
comienzan a dejar de ser niñas y se encaminan hacia la madurez, la
adolescencia. Así pues, este encuentro con un chico adolescente, Ariel, supone
un paso más en ese camino hacia el cambio, el paso de la infancia a la
adolescencia y el final de la inocencia infantil.
En el personaje de Leticia, el poder de los disfraces está más presente que en las otras dos niñas. Aquí se aprecia especialmente el paso de la realidad a la fantasía pues cuando hace de estatua en el juego, sus deficiencias físicas no son apreciables, una vez entra en la casa sin embargo, siempre está dolorida y sufriendo los efectos de los tratamientos.
“La parálisis no se notaba estando quieta, y
ella era capaz de gestos de una enorme nobleza”. En cuanto al uso de los
disfraces entonces, podemos decir que son la invención de una nueva
personalidad, una especie de instrumento para la transición de una etapa a
otra. El último día Leticia se pone las joyas de su madre, un símbolo más de
crecer. Consiguen también de alguna manera igualar a las tres niñas de modo que
Ariel no llega a notar este defecto de Leticia, ésta última consigue atraer a
Ariel gracias a su disfraz, al personaje que estaba interpretando, más que por
ser ella misma.
La narradora
menciona en una ocasión que cuando están haciendo de estatuas no consiguen ver
absolutamente nada de lo que ocurre a su alrededor. Sin embargo, las otras dos
que están observándolo todo, son conscientes del mundo de alrededor. Se puede
interpretar entonces que el disfraz constituye también una especie de evasión de
ese mundo real a la fantasía.
Nos dice también
que es fácil interpretar la vergüenza o el miedo pero es difícil hacerlo con la
envidia o los celos. A lo largo del relato sin embargo, es precisamente esta
clase de sentimientos como la ira, los celos o la envidia los que más presente
están, ya sea como parte de la actitud de la niña al narrar el relato o de la
propia historia:
“Nos fuimos a lavar la loza bastante
asombradas y con un poco de rabia, porque eso era una desvergüenza de Leticia y
no estaba bien”
“nos parecía que Leticia se estaba
aprovechando demasiado de su ventaja sobre nosotras. Sabía que no le íbamos a
decir nada”
“Lo primero que se nos ocurrió
sentenciar fue que Ariel era un idiota, pero no podíamos decirle eso a Leticia”
Es, por tanto,
el sentimiento de los celos uno de los que más presentes están a lo largo del
relato, sobre todo cuando Ariel aparece en sus vidas.
Una de las
referencias que la niña que narra la historia hace en relación a Leticia, es
comparándola con la Venus que tenían en casa. La Venus es el equivalente romano
a la diosa Afrodita de la mitología griega, la Diosa de la belleza. Se pueden
establecer de este modo ciertas similitudes entre esto y la historia de “la
manzana de la discordia” donde una manzana dorada es destinada a la mujer más
bella, estando la decisión entre tres mujeres: Hera, Atenea y Afrodita.
Finalmente la manzana acaba siendo destinada a Afrodita, que en este caso sería
Leticia que acaba consiguiendo el amor de Ariel, causando la envidia de los
otras dos niñas.
“Como
estatuas buscaba el estilo de Venus de la sala que tía Ruth llamaba la Venus
del Nilo (…) Leticia estuvo magnífica (…), juntado los brazos al cuerpo casi
como si le
faltaran;
aparte el verde de la túnica, era como mirar la Venus del Nilo”
Cuando se acerca el desenlace del relato y la
reunión de las tres niñas con Ariel, Leticia decide no presentarse a este
encuentro y le hace llegar una carta a este último. Aquí se produce una
ocultación de información al lector así como a las otras dos niñas puesto que
al no conocer la narradora el contenido del sobre violeta, el lector tampoco
puede llegar a hacerlo. En este punto entonces, surge la pregunta de qué
contenido había en el sobre y es inevitable relacionarlo con el desenlace,
donde Ariel desaparece de su habitual ventana del tren.
Podemos deducir
así que, en este ambiente de transición de una etapa de la vida a otra, del
paso de la infancia a la madurez, Leticia cae en la cuenta de que Ariel se ha
sentido atraído por la estatua, por el disfraz, por el personaje. Piensa que
debido a su discapacidad, una historia entre ella y Ariel no puede ser posible.
Vemos entonces como Leticia presenta actitudes que no pertenecen sino a una
persona que ha dejado de ser niña. No sólo acepta la realidad como elemento
superior a la fantasía, sino que aparece por primera vez el sacrificio. Cuando
se es niño, los sacrificios que se hacen no son voluntarios sino que nos
obligan a sacrificarnos. Sólo tenemos conciencia de que debemos sacrificarnos
una vez que somos más adultos. Leticia en aquel momento, sacrificó su felicidad
al tener a su vez conciencia de la realidad.
“La parálisis no se notaba estando
quieta, y ella era capaz de gestos de una enorme nobleza. Como actitudes elegía
siempre la generosidad, la piedad, el sacrificio y el renunciamiento.”
Cobra sentido
entonces el título del cuento “Final del juego”. El juego, entendido como
objeto esencial de la infancia, como un filtro que determina el paso de la
realidad a los ojos de los niños, acaba cuando aparecen elementos como la
compasión, la renuncia, el sacrificio o los sentimientos hacia otra persona,
amor en este caso. Las niñas han dejado de ser niñas, es un camino de ida sin
retorno, es el final del juego.
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderEliminarEsclarecedor análisis. Hace poco leí este relato y me impactó de una forma paradójica, ahora me doy cuenta de la importancia de los elementos del juego / sacrificio en el paso de la infancia a la adultez recreado en el relato; resulta paradigmático que Cortázar, eterno niño juegando con el lenguaje, nos ofrezca este cuento. Gracias por sus aportaciones
ResponderEliminarEl mejor análisis de este cuento que he leído
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