East
Coker forma parte del grupo de poemas que se incluyen en la obra de T.S. Eliot
“Cuatro cuartetos” cuyo reconocimiento le valió el Premio Nobel. Los cuatro
cuartetos de los que se compone la obra presentan títulos que tienen especial
importancia por una u otra razón en la vida del autor. En el caso de East Coker
hace referencia al lugar de Inglaterra de origen de sus antepasados antes de
emigrar a América y además, expresaría más tarde su deseo de ser enterrado en
este lugar.
Cada
uno de los poemas puede ser individualizado en cuando a temática y forma, sin
embargo todos ellos se engloban dentro de un concepto que da pie a la reflexión
de T.S. Eliot. De este modo si se puede considerar un concepto o hilo común
alrededor del cual giran los poemas, sería la temporalidad, el paso del tiempo
y su fugacidad y en cierto modo también su banalidad. Estos cuatro cuartetos
presentan un simbolismo central respectivamente, y éste es el de los cuatro
elementos: Burnt Norton, que hace referencia a una casa de campo, sería la
representación del aire, donde la reflexión acerca del tiempo de la que
hablábamos se presenta de la forma más clara; East Coker, el lugar de
procedencia de los antepasados de Eliot ya mencionados, de la tierra; Dry
Savages, el nombre de un grupo de islas, se ocupa del agua y por último Little
Gidding, un pueblo de Inglaterra, se ocuparía del elemento del fuego. Este
último elemento tiene además especial importancia en la teoría de Heráclito
donde el fuego es el arjé, el principio de todo lo existente. T.S Eliot cita al
filósofo de manera que dos sentencias encabezan los poemas:
“Aunque la razón sea la misma para todos los
hombres, cada uno vive como si tuviera una sabiduría propia”
“El camino hacia arriba y hacia abajo es uno y
el mismo”
Aquí
Eliot deja ver una muestra de su voluntad de meditación a través de les citas
de Heráclito que transmiten de alguna manera un anhelo por encontrar una
relación entre lo individual y lo colectivo y un punto de unión entre el camino
que va y el que viene, de manera que ambos convergen en un punto dejando
entrever esa alteración o reversibilidad del tiempo.
En
cuanto a la estructura de las piezas, presentan todas y cada una de ellas una
división en cinco partes en cada una de las cuales establece un texto homogéneo
con respecto a las demás partes, pero individual en cuanto a que reflexiona
acerca de diferentes subtemas que van surgiendo acerca de esta meditación sobre
la temporalidad.
Sobre
estas divisiones, hay que decir antes que T.S Eliot ponía especial atención en
el tema de la musicalidad de la poesía como ya aclaró en La música de la poesía: “Mi propósito aquí es el de insistir en que un
“poema musical” es un poema que tiene una forma, un molde musical de sonido una
forma musical de los significados secundarios de las palabras que componen el
poema (…) Existen posibilidades para
el verso que tienen cierta analogía con el desarrollo de un tema a través de
grupos diferentes de instrumentos”. Así, lo que Eliot intenta no es solo crear una musicalidad mediante la
apariencia externa de las palabras, sino también mediante sus contenidos y las
relaciones entre unos y otros.
East Coker, al igual que los otros tres
poemas, no tiene un orden cronológico ni un argumento propiamente dicho sino
que se compone de una meditación del autor en forma de poesía, no filosofía.
Eliot utiliza el verso libre teniendo en cuenta su teoría de la musicalidad y
conforma el poema con diversos recursos, como paralelismos,
Y lo que sabes es lo que no sabes
Y lo que posees es lo único que no posees
contraposición de ideas,
Así la oscuridad será luz, y la inmovilidad el baile
o anáforas, entre muchas otras
y un tiempo para vivir y para engendrar
y un tiempo para que el viento rompa el cristal desprendido
y agite las tablas del suelo donde trota el ratón de campo
y agite el tapiz hecho jirones con un lema silencioso.
que dotan
a la composición de un gran dinamismo y ritmo sin necesidad de recurrir a la
rima y métrica clásicas.
En East
Coker que sería la representación del elemento “tierra” se alude al igual que
en el resto de cuartetos al tiempo y su inevitable paso. Pero más concretamente
se centra en el poder cíclico del tiempo que rige la vida. Todo lo que nace de
la tierra, al final acaba volviendo a ella, para dar vida a otra cosa nueva y
así sucesivamente. Esta idea que se mantiene a lo largo del poema ya viene
implícita en el nombre de éste “East Coker” o más bien en lo que significa.
Como ya se ha mencionado pertenece al nombre de la tierra de origen de sus antepasados,
en concreto uno, de la que acabó alejándose y ahora, él mismo, una nueva
generación, regresa de nuevo a esta tierra como un eterno movimiento circular.
El poema comienza y acaba de este modo asentando las bases de esta idea:
En mi comienzo está mi fin.
En
mi fin está mi comienzo.
La frase
recogida de Mary of Scots “In my end is my beginning” que hacía referencia a la
herencia del trono por parte de la generación posterior, perpetuando la
presencia de la sangre, es transformada por el autor “In my beginning is my
end”. Así comienza la parte I. Lo que nos intenta decir de alguna manera, es
que desde el nacimiento está destinado a morir, es decir, que el principio
lleva implícito el final. Surge de la tierra y acaba volviendo a ella. Así
mismo, cerrando el poema con la frase en el orden original repite la idea de
Queen Mary. Una vez que deje de existir, otros vendrán para perpetuar la
existencia. Esto puede verse también a través de los siguientes versos en los
que se sirve del desarrollo de la edificación para representar que las ruinas y
pedazos del tiempo pasado sirven para construir un nuevo presente, de forma
continua, sin fin.
se
levantan y caen casas, se desmoronan, se extienden,
se
las retira, se las destruye, se las restaura, o en su lugar
hay
un campo abierto, o una fábrica, o una circunvalación.
Vieja
piedra para edificio nuevo, vieja madera para hogueras nuevas
A lo
largo de esta I parte el yo poético ve pasar el tiempo fugazmente mientras
observa la caída de la luz y cómo se le escapa de las manos. Habla del hombre y
la mujer y de su paso por la tierra. La danza de la que Eliot habla es
movimiento, y este movimiento se asemeja al de las vidas humanas y al pasar del
tiempo que hace mella en sus vidas y del que son presos así como del ciclo
vital ya mencionado.
verles
bailar en torno a la hoguera
la
unión de hombre y mujer
“júbilo de aquellos ya hace mucho bajo la tierra alimentando el trigo” Reafirma esa idea del ciclo vital
en la que los hombres acaban por convertirse parte del suelo, de la tierra de
la que provienen, cerrando el ciclo y dejando paso al nuevo comienzo. Al igual
que él, para todos los hombres, en su comienzo está su fin. Están destinados a
morir desde que nacieron, a acabar donde empezaron. Eliot habla de lo rústico,
del campo, de la tierra, todo lo proveniente de ella, remarcando en todo
momento esa pertenencia del hombre a este elemento.
La parte II comienza con las
estaciones como protagonistas, siendo uno de los principales indicadores del
transcurso de la vida. De algún modo parece que el verano y la primavera hacen
referencia a las etapas iniciales de viveza. Hombre y mujer se juntan y se
reproducen. Es el comienzo. Además la primavera ha llegado en noviembre y la
nieve se adelanta. El ciclo de las estaciones se ve alterado y llega entonces
una etapa de caos y desorden que lleva al fuego destructor que acabará con
todo.
Qué hace el fin de noviembre
con el trastorno de la primavera
y las criaturas del calor del verano
(…) rosas tardías llenas de nieve temprana
(…) arremolinados en un vórtice que llevará
el mundo a ese fuego destructor
En mitad de la segunda parte además hace
una especie de inciso y comienza a hablar de la propia poesía. La poesía le
parece insuficiente e insatisfactoria para esta reflexión. Desestima además el
poder de la sabiduría y su presencia en la vejez, está desengañado pues todo lo
que conocemos va cambiando así como lo que enfrentamos. Dice que esta última es
todo lo contrario, una etapa de confusión “La
serenidad, sólo un deliberado atontamiento, la sabiduría, solo el conocimiento
de secretos muertos”.
Hay que mencionar en este momento el estilo del
yo poético. Parece que hay diferentes
yo que se dirigen a diferentes
personas. Hay uno que parece que habla consigo mismo en varias ocasiones,
aconsejándose, lamentándose o bien reflexionando “La aurora apunta, y otro día se prepara para el calor y el silencio.
Mar adentro el viento de la aurora se arruga y resbala. Estoy aquí o allí, o en
otro lugar. En mi comienzo”, Así que aquí estoy, por el camino de en medio,
habiendo pasado veinte años”. Observamos también cómo se dirige
directamente a alguien, el lector o cualquier persona perteneciente al mundo: “Dices que repito algo que he dicho antes”. Hay
una especie de diálogo entre autor y lector. Otra de las cuestiones
fundamentales en cuanto a quién se dirige el yo poético es el uso del vosotros
sin embargo, lo que predomina y dota de mayor fuerza al texto es el uso del
nosotros con una inclusión de sí
mismo. Este nosotros hace al lector y a todo ser humano partícipe del texto,
surge esa idea de la colectividad, aumentando el grado de implicación. Y no
sólo del texto en sí, sino del contenido, del mensaje: El paso del tiempo es
ineludible para todos nosotros.
En la sección III comienza hablando
de la muerte. Ya no hay danzas terrenales, ni atardeceres, ni estaciones. Ahora
todo es oscuridad y tinieblas. Esta oscuridad se ve por ejemplo en:
“como en un teatro se apagan las luces para
cambiar de decorado”
“cuando un metro, en un túnel, se detiene
demasiado” “cuando, bajo la anestesia”
Puede ser una referencia al misticismo
en la que este letargo de oscuridad y reflexión “Dije a mi alma, calla, y deja
que venga sobre ti la tiniebla, que será la tiniebla de Dios” lleva a un
acercamiento a esta vida eterna, al reencuentro con Dios. La relación de T.S.
Eliot con la religión y el misticismo se encuentra explícita a lo largo de su
obra y a partir de este momento se hacen diversas alusiones a ambos temas, con
un tono marcado por la tradición mística “Dije
a mi alma, calla, y deja que venga sobre ti la tiniebla que será la tiniebla
de Dios”.
“así la oscuridad será la luz, y la inmovilidad
el baile”
En este último fragmento la
oscuridad entendida como muerte se convierte en algo positivo, y la inmovilidad
(se presupone la inmovilidad del tiempo) y la muerte se convierten en baile,
como la danza del comienzo que significa movimiento, paso de tiempo. Nos habla
de llegar a través de esta mística al encuentro con Dios, a lo eterno.
Y comienza así la penúltima parte,
la IV, donde Eliot imagina la Tierra como un hospital donde hay un cirujano
herido y una enfermera agonizante cuyo propósito es recordar nuestra maldición
y la de Adán. Así pues, Dios sería el cirujano que cura nuestra alma y al final
nos es ofrecida una redención. Una redención porque al final y a pesar de todo,
la muerte es bien recibida al final de la vida, esa maldición de Adán a la que
Eliot hace alusión. Al final, acaba hablando del viernes santo donde se
conmemora la muerte de Jesucristo, esta vez como algo positivo. En esta sección
es especialmente notable la presencia de las creencias religiosas en la vida
del autor y en su obra poética.
Llegamos así al final de la obra con
la sección V donde vuelve a lamentarse del tiempo malgastado intentando
describir con palabras cualquier expresión de sentimiento o idea, siendo para
él la poesía o el intento de ésta un acto no satisfactorio como ya decía más
atrás.
veinte años casi desperdiciados, los años de l’entre deux guerres;
tratando de aprender a usar palabras
Así Eliot cierra el poema haciendo
referencia al hincapié del poeta por encontrar la palabra en su poesía, que
puede asemejarse por el intento del hombre por encontrar el sentido en el
tiempo del que se compone la vida y las “viejas
piedras que no se pueden descifrar” que pueden significar esos momentos de
la historia de los que el hombre es incapaz de obtener un significado claro.
En definitiva, East Coker forma
parte de una larga reflexión acerca de la temporalidad en los diferentes
sentidos de la vida y en concreto acerca de esa tendencia circular, cíclica de
la vida terrenal, de volver a lo que uno pertenece, con un texto repleto de
relaciones simbólicas y semánticas así como
unas ricas imágenes mentales, en las que vemos la tierra que da vida a
hombre y el cual acaba devolviéndosela con sus restos mortales.
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