Voy a dar por
supuesta la vida y arte de Frida Kahlo, aunque sea a nivel superficial, y voy a
adentrarme en uno de los miles de proyectos artísticos realizados alrededor de vida
como artista y como figura de inspiración para muchos. Este proyecto en
concreto es muy peculiar y se trata de una instalación sonora, una pieza
considerada dentro del llamado arte radiofónico. Antes de nada por tanto, vamos a definir en líneas
generales de qué se trata esta modalidad que poco a poco va ganando terreno en
el mundo artístico y cultural.
Una de las
principales dificultades con las que se encuentra el oyente a la hora de
enfrentarse a una pieza de arte sonoro, es el gran muro edificado por los
convencionalismos, que se han centrado durante los años de la existencia del
medio radiofónico en “acostumbrar” el oído del oyente a una reproducción del
mundo donde la mímesis de éste basada en el logos, prima sobre cualquier otro
modo de representación, nos encontramos
con una irrefrenable nostalgia por un modelo literario.
José Iges
propone que este “nuevo” arte es algo así como una interferencia, en el sentido
de que fuerza al oyente a poner en cuestión su convencional manera de
descodificar los mensajes que le proporciona el medio, lo cual le pone en
disposición de crear dentro de sí “nuevos pensamientos” para los mismos. De
lo que se trata en cierto modo, es de recoger todos esos recursos y
herramientas que la radio proporciona y trasladarlos a un nuevo contexto donde
la lógica, la coherencia y las sensaciones cambian de color para adaptarse a un
nuevo objetivo. Se trata de dejar a un lado los prejuicios adquiridos tras años
de discursos narrativos lineales, repetitivos y miméticos para dar paso a una
nueva mentalidad que, si no permite entender en un mayor grado estas piezas
sonoras, abre al menos las puertas para la entrada de nuevas sensaciones.
Lo que el agua me dio - Frida Khalo |
Frida’s bath, es una instalación
sonora que formó parte de la exposición homónima alrededor de la artista Frida
Kahlo, constituida también por las fotografías de Graciela Iturbide. En estas
imágenes, se retrataban los objetos que el marido de Frida, Diego Rivera, había
reunido en el baño de ésta una vez hubo fallecido. Estos objetos dan cuenta de
sus numerosas discapacidades como resultado de una vida repleta de operaciones
y sufrimiento, pero también parte de su carácter. Esta pieza de arte sonoro de
Manuel Rocha, muestra de algún modo una representación de esas fotografías a
través de diferentes recursos sonoros, muestra las sensaciones que produce este
baño y las que tenía Frida cuando se encontraba en él. Hay además un cuadro en
el que Manuel Rocha se inspiró profundamente para la producción de esta
instalación sonora creado por la propia Frida “Lo que el agua me dio”
La obra comienza
haciendo uso de una música perturbadora que se desarrolla en un intenso
crescendo para acabar de manera abrupta. Esta secuencia se prolongará a lo
largo de toda la pieza creando una sensación de unidad pero también de
angustia, trastorno y confusión, sentimientos similares a los que Frida Kahlo padeció
a lo largo de las diversas etapas de su vida. Mientras esta característica
música suena de fondo, se percibe lo que parece ser la puerta de un baño
abriéndose y algún que otro golpe que parece atender a algo que trata de
acomodarse. Cuando estos golpes cesan, el sonido del agua cobra gran
importancia. No es un goteo sino un chapoteo, lo que oímos es algo parecido al
jugueteo de unas manos con el agua como cuando la bañera está a rebosar y
nuestras manos viajan de un extremo de la bañera a otro, mientras pensamos en
una infinidad de cosas.
En uno de sus
escritos sobre el arte radiofónico, José Iges hace referencia a un oído viajero
y a un viaje inmóvil, donde los micrófonos de los presentadores del medio radio
son una especie de prótesis viajeras. En la pieza de Manuel Rocha, a falta de
micrófonos que recojan palabras, hay sonidos que nos sitúan en un espacio y nos
guían a través del tiempo. Esto es además una muestra de que la expresividad
radiofónica tiene una estrecha dependencia de la tecnología, pues muchas de
las obras pertenecientes a este arte son creadas a través de diversas
herramientas entre las que predomina el ordenador y los diversos procesos
digitales. Tanto los sonidos de las puertas como los del agua, permiten la
creación de la imagen mental de un baño que, ayudado por la música perturbadora
y el resto de sonidos, adquiere el carácter de un baño frío, oscuro, repleto de
pensamientos y secretos.
Como afirmábamos
antes, la dificultad de apreciación de estas obras reside entre otras cosas, en
la fijación del oyente en encontrarles un sentido total dentro de las fronteras
de la lógica narrativa (cuando se trata de historias). Sin embargo, en el arte radiofónico no se configuran
historias en su sentido narrativo. No narra algo mediante imágenes sonoras que
se refieren a un mundo real o ficticio. Los objetos sonoros empleados aquí nos
cuentan cosas con respecto de si mismos.
Lo que proponen
algunos teóricos por tanto, es el estudio de los sonidos por sí mismos, no como
una representación de algo, sin embargo, es esto precisamente lo que resulta
especialmente difícil pues el medio radiofónico nos ha acostumbrado, por suerte
o por desgracia, a elaborar imágenes mentales a partir de las relaciones
efectuadas por nuestro cerebro al escuchar referencias a elementos presentes en
nuestra realidad.
En el caso de
Frida’s Bath, se me hace indispensable esta creación de imágenes sonoras que
son fácilmente elaboradas gracias al tratamiento que realiza Manuel Rocha de
los diversos sonidos con el fin de recrear un determinado ambiente, unas
determinadas sensaciones, pensamientos…
Esto se puede
relacionar entonces con los tres modos de escucha clasificados por Schaeffer y
más tarde profundizados por M. Chion. Como decíamos, hay una tendencia a
atender a los sonidos con el fin de acabar relacionándolos con algún elemento
conocido al que pensamos que hace referencia, de manera que queremos averiguar,
no sólo el por qué de ese sonido, sino también a qué hace referencia. Esta
tendencia se caracterizaría en un mayor grado con los dos primeros tipos a los
que Schaeffer o Chion hacen referencia: La escucha causal y la escucha
semántica. La escucha causal se sirve del
sonido para informarse, en lo posible, de su causa, es decir, tratamos
de inferir del propio sonido la causa o fuente que lo origina, sea esta una
persona, objeto, etc. La escucha semántica por otro lado, es la escucha
asociada al lenguaje hablado. Los sonidos hacen de intermediarios para servirnos
de intérpretes de un tipo de código lingüístico, que simboliza ideas o
acciones. La escucha causal de una voz es
a su lingüística lo que la percepción grafológica de un texto escrito es a su
lectura.
Hay sin embargo
también otra escucha que cobra importancia en el plano del arte radiofónico a
la hora de analizar desde otro punto de vista estas obras y dejando a un lado
las anteriores escuchas, y esta es la escucha reducida, bautizada por Schaeffer
como la que afecta a las cualidades y formas propias del sonido,
independientemente de su causa y su sentido como objeto de observación, en
lugar de atravesarlo buscando otra cosa a través de él . Hay no obstante y
como decíamos, una cierta reticencia a este tipo de escucha, sin embargo y como
dice Arnheim, hay que tener en cuenta también otro factor y es que en todos los artes, los medios más
elementales y arcaicos son los que permiten conseguir los más profundos y
bellos efectos. Mucho más inmediatos resultas los efectos producidos por el
“carácter expresivo” de los sonidos: intensidad, volumen, intervalo, ritmo…
En el caso de Frida’s bath, atendiendo a estas dos primeras escuchas, el sentido
encontrado a estos sonidos concluye que nos encontramos ante un espacio confuso
y perturbador, concretamente en un baño, pues hay sonidos que nos sitúan
espacialmente como son la puerta del baño y el sonido del goteo que, a través
de la herramienta de la reverberación, consigue intensificar esa sensación de
situación en este lugar concreto. Sobre la tercera escucha, los sonidos que se
nos presentan, si son analizados por ser sonidos en sí mismos y no como una
representación, percibimos largas duraciones de manera que algunos se prolongan
casi desde el comienzo de la pieza hasta el final; las intensidades varían de
unos a otros pero una de las características de esta composición es que los
sonidos son monótonos y repetitivos, transmitiendo una sensación de bucle que
conduce al trastorno; los sonidos agudos predominan sobre los graves y además
parece que se van deformando adquiriendo diversas alturas a lo largo de su
duración
Hay que destacar
que, independientemente del ámbito del que se trate, en este caso el
radiofónico, el discurso es un espacio donde se construye una relación de
intercambio y negociación de sentidos entre sujetos, lo que habilita a pensar
que en el discurso elaborado por un determinado emisor, también están presentes
sus potenciales receptores Es decir, en el discurso creado por un
determinado emisor, sea éste hablado, escrito o simplemente compuesto por
sonidos, la acción de los receptores ya está implícita pues de alguna manera,
se puede decir que la obra se completa cuando el oyente/receptor ha entrado en
contacto con esa obra y la ha dotado de un sentido.
Haye compara
esta interacción entre emisor y receptor con el impresionismo, donde los artistas
no mezclaban los colores sino que esperaban que esa mezcla se produjera ya en
el ojo del que viera el cuadro. Los
sonidos pueden alcanzar una centralidad equivalente a la que los impresionistas
asignaron a la luz, convertida en la auténtica protagonista del cuadro.
Llegamos a la
conclusión por tanto de que el emisor cuenta con una serie de aptitudes básicas
que presupone que posee el emisor, el cual estaría capacitado para descodificar
este mensaje o interpretarlo al menos en la medida en la que éste lo considera.
En el ejemplo de Frida’s bath, Manuel
Rocha da por hecho que el emisor conoce los sonidos que se encuentran en un
baño (como el sonido de la puerta o el agua).
Así pues, en
este paralelismo entre algunas obras de arte radiofónico y algunas corrientes
artísticas como el impresionismo o el expresionismo a las que Haye da
importancia en “La radio y los movimientos artísticos”, podemos establecer una
similitud entre el expresionismo por ejemplo y la obra de Manuel Rocha. A
comienzos del siglo XX y coincidiendo con la aparición de este movimiento,
comenzaron a aparecer cuadros cargados de emoción, dirigidos a captar los
sentimientos más íntimos de las personas.
Antes que reproducir la realidad, los
creadores expresionistas procuraron reflejar sus emociones, sentimientos y
vivencias interiores. Sus propósitos eran que el público de sus obras
experimentase un impacto fundamentalmente emotivo. De esta manera, la obra El baño de Frida supone una expresión de
los sentimientos del personaje central de su obra pero no sólo eso, sino
también supone una búsqueda de despertar determinados sentimientos en el oyente
a través de la reproducción de un espacio mediante elementos tan sólo
acústicos.