En los años 50 el teatro tiene un marcado
carácter existencial (A. Miller, B. Vallejo), político, etc. Hay también toda
una generación que se plantea el hecho de cómo abordar la emigración.
Paralelamente el comunista insistía en evitar esos movimientos migratorios con
el fin de evitar el favorecimiento de la dictadura. Es en estos años cuando se
encuentra en pleno desarrollo el teatro del absurdo con autores como Samuel
Beckett, E. Ionesco, etc.
Se da en esta época,
además de las originales estructuras y tratamientos de la realidad del absurdo,
unas obras con estructuras aristotélicas,
una clara separación entre los diferentes espacios cuando nos referimos a
escena y sala; los espacios de la representación y la contemplación están aquí
claramente definidos. Hay una estructuración definida entre actos, escenas y
conflictos y un sentido mimético de la representación.
Este teatro
dramático es de tipo muy logocéntrico
y también muy jerarquizado pues se
aprecia claramente qué elementos son los más importantes dentro de la
representación, como en el caso de los personajes. Está influido además por un aire surrealista y también existencial.
Como decíamos en otra de las entradas, en el teatro absurdo se presentan, no
sólo numerosos silencios sino también otros elementos como la repetición (como
el ejemplo de Esperando a Godot de Samuel Beckett cuyos personajes tienen
ciertos rasgos característicos con Mersault de El extranjero).
Es entonces a
partir de la década de los 60 cuando
comience a surgir el Teatro Posdramático,
teniendo aquí gran importancia la renovación y modificación del anterior teatro
dramático. El monólogo cobra gran importancia, nos encontramos ante
un tipo de teatro confesional. Esta
confesión se convierte así en un acto
incómodo, desconcertante puesto que consigue difuminar esa frontera que supone la cuarta pared y convierte al público en testigos que se acaban sintiendo obligados a ser partícipes. Esta confesión, es en cierto modo el acto de
un “yo” que traiciona a otro “yo” anterior. Es a través de este monólogo donde
ese sujeto da cuenta de sí mismo y se construye a base del texto que emite. Una
de las principales características del teatro posdramático es esa difusión de las fronteras, no sólo
entre los espacios de la representación y la contemplación, sino también entre
los conceptos de realidad y ficción.
Este monólogo muy frecuentemente nos hace dudar de si el que nos habla es una persona o un personaje.
Hay otros
elementos que también sufren cambios con respecto al anterior teatro. Un
ejemplo es la estructura, de manera
que se trata de dramaturgias no aristotélicas. Suelen ser fragmentarias,
repetitivas, caóticas…suelen funcionar figuras retóricas como la yuxtaposición
o la paronomasia.
A diferencia de
ese teatro dramático del que hablábamos, aquí no existen jerarquías, es un
teatro rizomático. No hay elementos
que destaquen exageradamente sobre otros restándoles importancia. En este
teatro también a diferencia del anterior donde los conflictos suelen
desarrollarse entre los diferentes personajes, aquí se desarrollan entre el
individuo y sí mismo. Hay que destacar por tanto la idea que argumentábamos
acerca de esa ruptura de la cuarta pared que provoca una conciencia alterada
del público que se convierte en partícipe de la acción, se rompe ese
teatro a la italiana.
El concepto de obscenidad cobra aquí mucha fuerza. Se
provoca esa sensación de incomodidad
pues en este teatro posdramático hay una tendencia a mostrar ciertos temas que
hasta el momento habían sido excluidos de la representación. Esa relación tensa
y fracturada entre lo público y lo privado aquí se difumina y ciertas parcelas
que hasta entonces habían sido marginadas a la hora de ser mostradas, ahora son
representadas. En ocasiones el personaje se convierte en un parresiastés (parresía=franqueza), en
una persona franca que a través de su discurso enuncia algo que puede
perjudicar su posición, se dirige a otros mediante franquezas pese a la amenaza
de su posición.
Hacer visible
los límites de la representación supone la reivindicación de una realidad que escapa igualmente a la posibilidad de ser
representada de manera clara, simple o natural. Se trata, por tanto, de una realidad que no puede expresarse ni
explicarse sin un grado de confusión, perplejidad o caos, lo que va unido a
la imposibilidad de una idea de totalidad, coherencia o sentido lógico que
ordene toda la realidad.
El elemento preformativo es muy importante
también pues ya no es tan importante la carga temática del discurso o la historia,
sino el hecho de estar, de presenciar, ese aquí y ahora, la propia conciencia
de la temporalidad. Desarrolla una reflexión radical acerca del hecho y las
posibilidades de la representación.
Representación - presentación
Temas/historia – Aquí y ahora
Cuarta pared – fronteras difusas
Teatro a la italiana – Obscenidad/público
partícipe
Jerarquización – rizomático
Confrictos entre personajes – Conflicto
entre el propio personaje
Estructura aristotélica – no
aristotélica/circular/irregular/caótica/repetitiva
Persona – personaje
La casa de la
fuerza de Angélica Liddle es un ejemplo de este tipo de teatro posdramático en
el que una de sus representaciones teatrales duró aproximadamente 5 horas y en
la que este concepto de obscenidad y de incomodidad por parte del espectador,
esa desaparición del muro que suponía la cuarta pared deja de existir para
confundir además al público a la hora de discernir si lo que está presenciando
es una presentación de una historia o una representación, si les está hablando
una persona o un personaje. En La casa de
la fuerza las fronteras se difuminan con un añadido y es que tiene parte de
biográfico.
La obra se
estructura en tres partes diferenciadas. La primera parte se presentan tres
mujeres sentadas (entre las que se encuentra Angélica) mientras charlan sobre
películas, sobre ellas mismas, usan la primera persona y cuentan experiencias
propias, muy íntimas. La conversación transcurre de manera fluida y a base de
frases cortas. En esta presentación, más que representación ya se haya uno de
esos principios básicos del teatro posdramático. En esta escena el tiempo
transcurre sin que ningún hecho destacado, ninguna sorpresa o tema inesperado
diluya esas divagaciones de las tres mujeres. El concepto de temporalidad es
aquí esencial, lo que importa no es tanto el qué o el cómo, es importante que
las tres mujeres están ahí, en ese “aquí y ahora”. Una vez más, personaje y
persona se confunden.
“La primera semana de 2009 me marché a
Venecia. Quería estar sola. Casi siempre quiero estar sola. No me gusta la
gente. No me estaban pasando cosas buenas.”
Así comienza la
segunda parte de la obra en la que partiendo de ese mismo “yo” en el que la
escritura se asemeja a la de un diario. Aquí, Liddle narra una serie de
sentimientos negativos nacientes del profundo sufrimiento provocado en muy gran
parte por una ruptura amorosa. Poco a poco vemos como esta narración se
intercala con una serie de imágenes sacadas de la televisión donde se ve el
bombardeo israelí sobre la Franja de Gaza. En este momento, ese dolor
íntimo y personal del “yo” que no se cohíbe a la hora de ser expresado impide a
la protagonista esa expansión del dolor a un terreno más colectivo, social. “680
palestinos muertos. 3000 heridos. Y a mi me daba igual.”
Hace aparición poco
después esa obscenidad, esa intimidad del público corrompida y esa sensación de
incomodidad tan característica del teatro posdramático en el que aquel que
representa aborda esas parcelas tan tratadas en lo privado pero tabúes a la
hora de expresarse en público. En la escena aparece Liddle narrando con toda
cantidad de detalles sus encuentros sexuales por Internet sin ningún tipo de
filtro o de pudor “Me pedían que me
pellizcara los pezones y yo lo hacía. Me pedían que me masturbara y yo lo
hacía”.
El concepto del
ejercicio de la fuerza como elemento opresor de ese sufrimiento, como alivio
aparece con gran presencia también en esta segunda parte, en la que abundan los
ejercicios y el cansancio. Lo físico frente al pensamiento, -“frente a la
inteligencia”. Ese esfuerzo es el que va aflorando a medida que se va
desarrollando este segundo acto con demoras, alargado hasta más no poder. Esto
afecta además a otra de las características que veníamos abordando y que es la
propia inteligencia del cuerpo del intérprete, ese elemento preformativo se ve
muy presente de manera que se abandona esa importancia del modelo logocéntrico,
notándose una gran presencia de la presentación en detrimento de la
representación. La/los intérprete/intérpretes se ven afectados por lo que
sucede.
Las canciones
tienen también una gran presencia a lo largo de la obra. Éstas constituyen un
modo diferente de abordar los temas. Habla de cómo nos socializamos a través de
un discurso que sin darnos cuenta va consolidando las relaciones entre personas.
La tercera y
última parte de la obra esta relacionado
con la memoria y lo político, se centra en las sucesivas violaciones y
asesinatos de niñas entre 13 y 16 años en México. Aquí, esa conciencia que ha
predominado durante las dos primeras partes, ese sufrimiento interno y profundo
que obligaba a omitir otros dolores colectivos (como los muertos en Gaza) se
transforma ahora en un dolor compartido, pasa finalmente del “yo” al
nosotras”.Al final, la protagonista acaba imaginando una raza de hombres
debilitados, producto de un incesto interminable en el que los hombres que
poblarán el mundo serán hombres debilitados, incapaces de herir. Ataca así a
una idea del hombre hoy reinante en la que la mujer sigue siendo vilipendiada,
usada y menospreciada.
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