Gertrude Stein,
autora de la autobiografía de la que
sería su compañera sentimental hasta el momento de su propia muerte, supuso una
de las figuras clave dentro del ambiente literario y artístico de la época
aunque nunca llegó a alcanzar la fama que merecía según ella un genio de su
talla. A lo largo de su vida, se relacionó con los artistas más emblemáticos
que desarrollaban su arte y vida en la sociedad parisiense de los años 30,
entre ellos Picasso, Matisse, Cézanne, etc.
Abandonado ya el
realismo y objetvismo reinante en la sociedad de finales del siglo XIX- principios
del XX, Gertrude Stein se sirve de las técnicas subjetivas en auge paralelo con
esa utilización del “yo” en la que la visión acerca del mundo no sólo es totalmente
personal, sino que podemos hablar de una psicologización del yo en la que el
sujeto se reivindica como uno mismo, como ser existente y en muchos casos como
mujer, cobrando especial importancia este uso del “Yo” en colectivos
minoritarios como los homosexuales, las mujeres o la población judía.
El uso del “Yo”
en “Autobiografía de Alice B. Toklas” sin embargo, es único y desde luego
supone una experimentación y novedad en cuanto a recursos narrativos de la
época se refiere. Lo que hace Aquí Gertrude Stein es una construcción se su
propia persona a través de la voz de su compañera Toklas. Se produce una apropiación de la voz en la que el más
claro objetivo aparente es la fabricación de una visión del mundo camuflada a
través de un alter ego. Vemos por tanto como el punto de vista adoptado por la
escritora no es más que un pretexto para
acercarse a sí misma y dar cuenta de sí desde una cierta distancia, desde
una especie filtro suavizador que le permite adquirir cierto tono de adulación
sin pecar de cierta prepotencia y vanidad.
Otro de los
elementos apreciables en la obra es la figura de Stein como mujer. A diferencia de muchas mujeres de la sociedad
predominante, ella no se corresponde con
el modelo femenino imperante sino que muestra más bien comportamientos masculinos. A la hora de establecer un
dibujo completo de su persona mediante las palabras de Alice, la visión que
obtenemos acerca de ésta última se corresponde con una especie de admiradora
fiel, no sólo de todos aquellos “genios” que se paseaban por la casa de París
sino también y, especialmente, de la propia Stein. En la novela, no aparecen
referencias explicitas a ambas como compañeras sentimentales, sino tan sólo
como compañeras y amigas. En este momento las parejas homosexuales, ese colectivo minoritario del que hablábamos,
no son aceptadas por la sociedad. Nos encontramos con una especie de encubrimiento en el que no es tanto que
se mienta acerca de su relación, sino que Gertrude camufla y oculta el
sentimiento amoroso establecido entre ambas. A pesar del desconocimiento de
esta unión amorosa a través de las palabras de Toklas, una vez se ha instalado
en nosotros el conocimiento de esta relación, apreciamos como Alice es
presentada como una especie de esposa sucumbida ante los encantos y el “genio”
de su esposo. Gertrude elabora una narración en la que el punto de vista de
Alice ensalza su figura y nos hace
llegar sus comportamientos y comentarios que, como decíamos, distan de los
roles asignados a la mujer de la época. En Gertrude vemos modos de actuar rudos y vanidosos a través de los
cuales se iguala en presencia al resto
de hombres que pasan a lo largo de su vida por su estancia parisina. Se niega por tanto un esencialismo femenino y se observa
una reclamación de un espacio propio. Se presenta un subdiscurso que
resalta la idea y el sentimiento de la autora de no estar en el lugar adecuado.
A pesar de su genialidad y su talento, Stein nunca llegó a gozar de la fama y
reconocimiento deseados y quizás su condición de mujer fue uno de los condicionantes
de estos hechos.
Esta posición
adquirida a lo largo de toda la obra, este ser algo vanidoso y orgulloso supone
un cierto rechazo en el entorno cuando esta actitud proviene de una figura
femenina. Esa autoidolatría se
concibe con un mayor grado de negatividad
cuando el emisor es una mujer.
La novela está
ordenada de manera cronológica y lineal y los capítulos están organizados en
cronotopos, habiendo una clara unidad espacio-tiempo que nos permite situarnos
con claridad. Una de las características de la obra que aportan gran dinamismo
y riqueza a la narración gracias a ese punto de vista como testigo, es un retrato de la sociedad de la época. A
través de las diversas reuniones que tienen lugar en la casa de Stein, se nos
permite el acceso a la visión de un París de los años 20 en el que las figuras
más emblemáticas del mundo de la pintura o la literatura se relacionan entre
sí.
Los comentarios artísticos son otra de las
presencias que plagan la obra y que provienen de la ya conocida pasión de la
autora por el mundo de las artes y que, en cierta medida parece que este gusto
por el arte fue traspasado también a Toklas. Hay que decir que, a pesar de que
la pretensión de la autora consiste en narrar los hechos a través de la voz de
su compañera, en ocasiones la voz de Stein parece salir a la luz a través
precisamente de estas indagaciones críticas a las diversas piezas de arte que
se nos presentan a lo largo de la obra. Si bien en muchas ocasiones Stein sirve
a la figura de Toklas de una apreciable ignorancia en cuanto a los
conocimientos técnicos se refiere, hay momentos en los que se produce un
resurgir de la verdadera autora que no puede evitar mostrar sus comentarios
críticos acerca de ciertas obras y los autores creadores de ellas.
La privacidad de
esos artistas que con el paso del tiempo han llegado a convertirse en
verdaderos mitos, es mostrada con total naturalidad de manera que su concepción
se aleja del mito conocido de puertas hacia fuera. Tiene lugar una desmitificación de estas figuras artísticas
gracias a que Stein les provee de los rasgos humanos accesibles tan sólo a
aquellos con los que tuvieron una relación cercana: celos, rabietas, amor,
cariño son sentimientos no accesibles para un público que sólo contempla las
obras de estos artistas. Gracias a la visión cercana se Stein de figuras como
Picasso, se nos concede acceso a un ámbito privado que, de haber sido narrado a
través de un narrador omnisciente en tercera persona, habría perdido, no sólo
veracidad sino también frescura y dinamismo.
En definitiva,
Stein plantea en esta autobiografía un retrato de su propia persona a través de
los ojos de la que fue su compañera sentimental Alice B. Toklas. El
empoderamiento de la voz supone un mecanismo que logra suavizar una cierta
actitud de vanidad poco aceptada en la figura de la mujer, una mujer en este
caso con comportamientos que desechan ese esencialismo femenino y que bu8sca
obtener un espacio propio, en el que su arte y su trabajo sean reconocidos con
la especial atención que estos merecen. Hasta el momento, nunca había sido
retratada con tanta cercanía una sociedad de artistas en la que éstos pierden
su caparazón de mito gracias a una narración de testigo que permite el acceso
del lector a sus más privados deseos y comportamientos.
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